Humo y Vapor I

De Subtrama
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16 de Abril de 26 aGR; 17:30. Nar Shaddaa, Distrito Droide

La twi'lek verde que conducía la motojet bajó la mirada al ver llegar a Ide con Tilikit trotando alegremente a su lado.

-Señor, no creo que haya espacio suficiente en el vehículo -dijo en voz baja y átona.

-Bueno, Tilikit y yo nos apretaremos en la segunda motojet. Al fin y al cabo no somos especialmente grandes ninguno de los dos, y es estrictamente necesario que nos acompañe allí.

-Así se hará, señor.

Ide se subió a la motojet, y Tilikit hizo lo propio de un salto. No era especialmente cómodo, pero dado que Tilikit era extremadamente pequeño e Ide tenía una estatura reducida, podían viajar de forma segura. Tomaron altura y se dirigieron hacia las coordenadas del Gremio de Cazarrecompensas.

-Es un camino largo -informó ella con voz neutra- unos cuarenta minutos.



Durante el trayecto, Ide consultó la información que Jocasta Nu había recopilado, en busca de algo relevante sobre el Gremio de Cazarecompensas.

Ide se decepcionó levemente. El artículo se titulaba "El Gremio de Cazarrecompensas en Nar Shaddaa" y daba por hecho que el lector ya sabía bastantes cosas sobre el Gremio. De todas formas, venían las coordenadas del Gremio (en una plataforma orbital selenosincrónica) y el nombre de la razón social a la que pagaban la factura por el espacio (el Concilio Hutt) junto a los planos de la instalación y una relación de las personas más relevantes del Gremio en la zona (ninguno de cuyos nombres sonaba a Ide en absoluto).

Una vez Ide hubo repasado rápidamente esta información, consultó la hora. Le quedaban treinta y cinco minutos, así que se concentró en lo que sabía del robot, y en el recuerdo de su visión, y se dejó llevar durante lo que restaba de viaje por la voluntad de la Fuerza. Se dejó acunar, y pronto le llamó la atención el estilo de conducción de la joven twi'lek.

Ide admiró la destreza de la piloto, que parecía ser capaz de ver patrones en el tráfico caótico y violento (Ide vio cuatro tiroteos, a diferentes distancias); y de detectar peligros (como unas extrañas grúas que se movían a lo largo de los laterales de los edificios, que serían claramente ilegales en Coruscant o cualquier otro planeta del Nucleo) y huecos en el tráfico, a veces antes de que aparecieran.

En un par de ocasiones Ide pensó que colisionarían, pero nada así sucedió.

En un momento determinado, la angustia surgió de la twi'lek, e Ide se dio cuenta instantáneamente de lo que pasaba. Resultaba imposible llegar a la Central del Gremio en Nar Shaddaa con una motojet. No tanto por potencia como por motivos físicos: al salir de la atmósfera se asfixiarían, y probablemente también se morirían de frio.

Ella comenzó a ir en círculos, sin saber qué hacer.

-No podemos subir, ¿verdad?

-En este vehículo no, señor -esperó unos instantes-. Podríamos alquilar otro más apropiado a nuestras necesidades.

-No conocerás algún sitio fiable por aquí cerca donde conseguir uno, ¿verdad?

Las voces de Tilikit (frente a Ide) y la piloto se superpusieron durante un instante.

-Sí señor -dijo ella.

-¡Sí! ¡Sí!- chilló él.

Ambos se callaron. Ninguno de los dos estaba seguro de haber metido la pata.



-Qué bien, ayer estaba completamente perdido y hoy me sobra la información -dijo Ide afablemente-. ¿Cuáles son nuestras opciones, ehm...? -De repente Ide se percató que no conocía ni el nombre de su piloto-. Vaya, no he tenido ni la educación de preguntarte tu nombre.

-Yo, señor, perdí mi nombre cuando me convertí en esclava -dijo ella con voz sumisa-. Puede llamarme como crea más conveniente.

-De pequeño, cuando aún vivía en Naboo, una vez conocía una twilek'a que tenía más o menos tu color de piel. Se llamaba Cora. Creo que te llamaré así, si no te importa.

-Sí señor -respondió ella.

No tenía muy claro si le parecía bien porque tenía que parecerle bien o porque realmente le gustaba la idea. Probó a verla en la Fuerza, y hubo un momento de indefinición... hasta que Ide centró su mente en ella, y la sintió. Se sentía muy avergonzada de haber perdido su nombre, y cada uno de sus amos la había llamado de una manera distinta... pero si este extraño se quejaba ante Amo Wolkan, sería castigada. Sería castigada severamente.

-Mejor aún. Dime un nombre que te guste. -Ide seguía centrado en ella.

Notó que no podía darle su nombre auténtico. Algo se lo impedía. Y nunca nadie le había preguntado una cosa así... A lo mejor el nombre de alguien que le gustaría ser... pero no podía permitirse pensamientos así. Se lo dijeron cuando la vendieron. No intentes pensar que algún día serás otra cosa. Eres esclava. Eres una propiedad. No cambiarás, salvo si alguien te cambia. Ide sintió el escalofrío, el miedo...

-Cualquiera, señor. No me importa -la respuesta segura, siempre la respuesta segura. Y vivirás años para darla.

A Ide le frustraba a veces no poder arreglar el Universo, pero era consciente de que no siempre era posible. Y no sabía exactamente si forzarla a imaginarse un nombre le iba a hacer más mal que bien.

-No creo que no te importe, pero tampoco puedo obligarte a desear un nombre -esperó unos segundos, por si respondía. Una nota disonante le llegó de ella.

-Ya he tenido muchos nombres -dijo, con una voz levemente rebelde-. No deseo más. -no dijo lo siguiente que había pensado: ya tengo un nombre, y me han puesto docenas.

-¿Y puedo al menos saber por qué no puedes decirme tu verdadero nombre, a pesar de que lo conoces? -inquirió el jedi.

-Lo perdí al ser vendida. No se me permite tenerlo. Una esclava no tiene nada -dijo con voz monótona, por la que se entreveía el dolor con el que esa lección había sido aprendida.

-Yo no creo en la esclavitud, ni en las posesiones. Para mí no eres una esclava. Eres la persona que lleva mi motojet porque yo no sé hacerlo. Si te sirve de algo, claro -quiso parecer conciliador, pero no estaba seguro de que no hubiera sonado condescendiente.

-Soy la persona propiedad de Keel, con un implante asesino, activado por control remoto, que hace todo lo que le dicen y no puede esperar nada a cambio -dijo, con amargura-. Llámalo como quieras.

Ide calló unos segundos. Efectivamente, había cosas que no podía arreglar. Tendría que arreglar este planeta entero. Y los de al lado. Y la mitad de la puñetera galaxia. Sólo siendo extremadamente poderoso, tanto como para que nadie más pudiera desobedecer sus órdenes...

Pero, en lugar de imaginarse sometiendo a la Galaxia, detuvo la corriente de pensamientos, y decidió que no la llamaría Cora.

-Llévame pues a donde podamos dejar las motojets y alquilar un vehículo, amiga twilek'a.

Ella no dijo nada. Modificó el rumbo. Ide sintió su dolor, su desolación emocional al sentirse observada por alguien libre, que le decía, sin palabras, que había crecido en un lugar donde no se podía comprar gente.

Donde no había niños esclavos, como ella misma había sido...


Entre el humo y el vapor de Nar Shaddaa, a veces se forman gotas de condensación que impactan contra los vehículos en movimiento.

Pero las gotas cálidas que venían de la motojet de delante no eran de condensación. Eran saladas, y golpeaban a Ide con amargura.


Ide no fue capaz de ver cómo podría un transeunte al azar detenerse en este patio-chatarrería y deducir que aquí se alquilaban vehículos. Sin embargo, algo obvio debía haber, porque Tilikit asintió frenéticamente cuando vio a donde se habían dirigido.

-¡Oooh! ¡Oooh! ¡Buen sitio! ¡Aquí sólo servicio de alto kshii!

Un alienígena de una especie que Ide no reconoció (aunque le pareció realmente feo) se acercó empuñando una especie de arma, mezcla entre motosierra y lanzallamas, mientras hablaba malhumorado en hutt.

Ella respondió en un tono que, de una forma que Ide no podría especificar, era al mismo tiempo sumiso y orgulloso. El alienígena volvió a hablar, esta vez en un básico impecable y con un tono mucho más educado.

-Saludos, extranjero. ¿Quizá mi modesto comercio puede serle de ayuda?

-Necesitamos un vehículo para salir de la atmósfera, necesito hacer una visita esta tarde y mis motojets no son adecuadas.

-¿Con hiperimpulsor?

Ide miró a la twi'lek, como buscando una respuesta. La Twi'lek movió la cabeza hacia un lado y otro, casi imperceptiblemente. Ide sonrió con complicidad, disimuladamente. Ella no se atrevió a sonreir, pero Ide sintió su sonrisa bailando por dentro.

-No será necesario.

-Eem, ¿Y cuanto tenía pensado gastarse, si no es problema?

-El dinero no será un problema. Mi piloto puede elegir el modelo con el que se encuentre más cómoda. Si fueras tan amable de comentarle las posibilidades, te lo agradeceré.

El alienígena comenzó a hablar con ella, que se comunicaba casi exclusivamente con monosílabos y alguna frase corta. Él se rio de ella un par de veces. Ella parecía levemente irritada. Ella soltó, de improviso, una parrafada en la que Ide escuchó claramente la palabra jeedai, al menos un par de veces. Él se volvió mucho más respetuoso, y ella asintió tres veces.

-Tenemos nave -dijo ella con tono victorioso a la par que respetuoso-. Serán diez mil sgin.

-Si crees que es justo, entonces nos quedamos el vehículo.

-Lo es, señor -dijo ella. Esperó un par de segundos- Necesitaré su cristal de pago.

Ide le facilitó el cristal, y esperó a que todo estuviera listo. Tuvo una extraña sensación... que no supo precisar. Algo como... ...demonios. No supo identificarlo. Algo estaba pasando en alguna parte.

Ella regresó sonriente, con los mandos de activación de la nave en la mano.


Ide se quedó un momento quieto, mientras dejaba que su percepción se expandiera, abarcándola tanto a ella como al alienígena. Ella... estaba muy feliz. Ide no pudo determinar exactamente por qué, aparte del hecho de que se le había confiado una tarea importante y había sido capaz de llevarla a cabo. Por otra parte... estaba casi demasiado feliz.

Él... demonios, el alienígena era otra hembra... bueno, la otra ella... estaba satisfecha. Había hecho un trato justo, y eso es el tipo de cosas que te dan un kshii que no se evapora fácilmente.

Ide había temido por un momento que la twi'lek hubiera hecho algo más que alquilar el coche, pero... oh, ahora lo veia. Eso era exactamente lo que había hecho. Algo más. Y ese algo le hacía muy feliz.

No investigó más. Caminaron hacia el vehículo que ella había alquilado, e Ide se quedó mirando la nave, una especie de carguero ligero de unos treinta metros de ancho, doce de largo y seis de altura. Ella activó un pequeño control en su mano, y una pasarela se abrió lentamente. Fue entonces, cuando entendió qué más había alquilado ella. Había alquilado varias decenas de metros cúbicos de nave más de lo que hubiera sido necesario. Pero, aparentemente, eso le hacía muy feliz, así que Ide no se quejó.


-Uhm... -Ide no supo cómo preguntar lo que quería preguntar, así que lo enfocó como una pregunta inocua de un extranjero a alguien con mucho conocimiento de la cultura local-. ¿No llamaremos mucho la atención en el Gremio con esta nave?

-En absoluto, señor -dijo ella de forma entusiasta-. Esta nave es uno de los modelos más comunes de la Galaxia -se detuvo, acariciándo la nave con la mirada-. Ingeniería Corelliana. Mucha gente las lleva, aunque pocos las llevan bien.

Algo más tranquilo, Ide se acomodó en la nave para el viaje... que duró unos veinte segundos. La central del Gremio flotaba en órbita sincrónica, y había un considerable trasiego de naves grandes y pequeñas que iban y venían. Rápidamente se dio cuenta de que la chica tenía razón: la nave no desentonaba en absoluto. Tampoco les pidieron identificación. En un momento dado, una luz parpadeó en una pequeña pantalla, indicando el hangar apropiado para atracar.

El Gremio olía a sudor y ozono. En otras palabras: a armas y mercenarios. El hangar comunicaba, por la otra puerta, con una gigantesca sala circular con una zona de administración en el centro, de la que ascendía un ascensor, presumiblemente de uso interno.

El perímetro externo, además de las entradas a todos los hangares, estaba plagado de pantallas que mostraban listas, clasificaciones y lo que parecían tanto eventos deportivos como anuncios de próximos eventos deportivos.

Había muchos corrillos, y flotaba en el ambiente un aire de extraña (y alegre) expectación. De alguna forma, no acababa de parecer Nar Shaddaa.

Ide se dirigió hacia el administrativo central. Una vez allí, se aproximó a una ventanilla cualquiera ya que, al parecer, todas eran iguales. Un humano calvo, con tatuajes en las mejillas, lo saludó en un tono correcto, poco efusivo.

-Nastardes, en qué puedo ayudarle.

-Buenas tardes -dijo Ide, con un tono igualmente formal-. Estoy buscando un servicio algo atípico y no sé si me podrían ayudar aquí. Quiero contratar directamente a uno de sus afiliados.

-¿A quién concretamente?

-Pues a decir verdad, no sé cómo se llama, sólo lo he visto en la luna. Es un droide con buenas aptitudes de asesino y muy adecuado para lo que yo necesito que llegó hace poco a Nar Shadda, por lo que sé. ¿Quizá le valdría con la descripción de la que dispongo?

-Puede, si no es muy común -hizo un gesto que decía: no me comprometo a nada-. Deme la descripción, a ver si puedo hacer algo. Ide sacó su datapad, y abrió los archivos que había ido creando durante su investigación. Le describió al robot, tal y como lo había visto en su visión, y el equipamiento del que disponía.

-Tiene sentido que un droide así se haya interesado por el Gremio -comentó Ide mientras buscaba por sus archivos, mostrándole la información al administrativo.

-Tiene... cierto sentido -repuso el administrativo, en tono más interesado-. Buscado por doble asesinato, ¿eh? Pero con esa pinta no podría ser un buen asesino -dijo, con tono de entendido-. Demasiado aparatoso. Es como el hermano mayor de un wookie... Aunque bueno, tuvimos a aquel cazarrecompensas grandote... Supongo que podría arreglárselas... -su tono bajaba progresivamente, ahora parecía estar hablando solo-. Voy a comprobarlo.

Tecleó un buen montón de cosas en su holoconsola, y luego asintió, satisfecho.


-Lo tengo. No es socio del Gremio, pero ha reclamado una recompensa, bajo el nombre o alias de MRG-11 -sus ojos se abrieron de repente-. ¡Es Morg! ¿Vienes buscando a Morg?

-Vaya, ¿resulta que es famoso?

-No, no es... -se detuvo un instante, como intentando calibrar a Ide antes de dar una respuesta- ¿Sabe lo que es el Hak'un Shapp?

-No me suena, la verdad.

-Es una especie de competición anual. ¡Un montón de seres de toda la galaxia se meten en un sitio gigantesco, y empiezan a eliminarse unos a otros! -dijo, entusiasmado- ¡Hay un montón de apuestas, y el Hak'un Shapp de este año está ya en la fase de eliminatorias!

-Caramba.

Súbitamente entendió a qué venía todo el ambiente festivo que reinaba en el Gremio, y de dónde salían tantas tablas de clasificacion y encuentros deportivos anunciados por doquier. Se estaban celebrando un macrotorneo de mercenarios de alcance galáctico.

-Pues eso -siguió el administrativo-, Morg vino, cobró una recompensa y se apuntó al Hak'un Shapp al dia siguiente.

-Y, déjeme adivinar: el ganador se lleva una cantidad ingente de dinero, ¿no?

-Oh, sí -se detuvo un instante, como si dudara en hacer la precisión-. Bueno, en cualquier caso, el ganador o su dueño, se lleva una ingente cantidad de dinero... quiero decir... esto es Nar Shaddaa... hay pocos mercenarios que se quieran meter en algo semejante... en realidad, es una locura. La mayor parte de los participantes son esclavos... aunque cualquiera puede apuntarse por su cuenta, claro.

-Qué bien. Bueno, con un poco de suerte quizás pueda hablar con él para contratarlo antes de que lo destruyan... El Hak'un Shapp, ¿se celebra aquí en el Gremio?

-No, no... -rió brevemente, con humor- Ya le he dicho que el Hak'un Shapp no es en realidad un asunto de mercenarios... -meditó durante un instante, y al parecer decidió darle a Ide la explicación larga- Shapp quiere decir "importante", o "relevante", en el idioma hutt; mientras que Hak'un quiere decir "dolor". Y sólo hay un lugar en Nar Shaddaa donde pueda realizarse una competición que se llame "Dolor Relevante".

Hubo unos segundos en lo que Ide no habló, no por no saber la respuesta, sino por la fuerza con la que lo golpeó la revelación.

-El Palacio del Dolor.

-Exacto.


"Eres un cabezabantha, Ide Kanor", se maldijo el joven Jedi, al entender que su investigación le había llevado de vuelta al punto de entrada, que había tenido al droide en sus mismas narices y no había sido capaz de ver más allá de la descripción literal de la revelación que tuvo la primera noche. "Esto te pasa por no confiar en la Fuerza". No obstante, todo tenía una parte positiva: había obtenido mucha información sobre el droide, y no le debía ningún favor a nadie.

Con una equilibrada mezcla de sentimientos que le hacían verse poco menos que un padawan novato y la satisfacción de tener claro su objetivo, llegó al hangar del Gremio. Una sensación de amenaza le llegó del otro lado, antes de haber abierto la puerta.

Supo que había ocho sintientes dentro, que estaban armados y que querían matarlo. Supo que la twi'lek estaba atada y aterrada, y metida en el compartimento de carga del carguero.

La puerta comenzó a abrirse, despacio. Se echó la mano al cinto, y cogió su sable láser. No adoptó postura de combate, pero mantuvo el dedo puesto en el botón de encendido.

El interior del hangar parecía normal, excepto por la ausencia de twi'lek. Ide expandió su percepción, y vio que los ocho estaban expectantes. Esperaban a que la puerta del hangar se cerrase...

Desde la puerta abierta, ante el sensor, evitando que esta empezara siquiera a moverse, Ide habló.

-Soltadla si queréis salir de esto ilesos -amenazó Ide, con la voz más atronadora que pudo poner, y avanzó sin prisa hacia la nave. Tras él, la puerta comenzó a cerrarse despacio. Justo cuando se oyó el sonido de las dos hojas al chocar, y sin ningún otro músculo excepto su dedo, encendió su sable de luz.



Ide sintió el ataque medio segundo antes de que se produjera. Tras una de las cajas surgió un trandoshano enorme, armado con un arma que Ide no pudo identificar. La primera ráfaga que disparó iba dirigida al torso de Ide, y se estrelló inofensivamente contra la hoja naranja de su sable de luz.

Había unos cuatro metros y medio entre ellos, e Ide los recorrió a paso rápido, deteniendo las ráfagas con las que, cada vez más desesperadamente, el reptiloide intentaba detenerlo. Cuando se hizo obvio que no iba a ser posible, dejó caer su arma y extrajo un vibrocuchillo de la riñonera. No fue un combate de ningún tipo. Tras un rápido zumbido del sable, el cuchillo cayó al suelo con la mano que lo sujetaba.

Ide sintió el peligro justo detrás de él. Eran dos, eran humanoides pequeños cubiertos de pies a cabeza con una especie de túnica con respirador, estaban armados con algo parecido a unos blaster de repetición, que apuntaban a zonas diferentes del cuerpo de Ide para que no pudiera bloquearlos a la vez.

Cogiendo algo de impulso Ide realizó un salto acrobático, potenciado por su control de la Fuerza, para cubrir la distancia entre ellos. Pudo sentir la atención de todos los que estaban escondidos, fijándose en su trayectoria parabólica mientras deflectaba los pocos disparos que hubieran podido impactar contra él. Cayó entre los dos, e interrumpieron la ráfaga continua con la que habían estado intentando matarlo. Con un sólo movimiento fluido, les cortó las manos a los dos.

Ide se giró hacia su izquierda. Sabía que el siguiente ataque vendría de allí. Se sorprendió ligeramente cuando vio a un gran apoyado con la rodilla en el suelo, con un lanzacohetes cargado apuntándole. Ide levantó la mano izquierda hacia él, y rápidamente intentó concentrar su poder telequinético en el lanzacohetes, dispuesto a lanzarlo lejos antes de que el individuo pudiera disparar.

Pero era demasiado tarde. El cohete atravesó el aire hacia Ide dejando una estela de humo y vapor, mientras Ide pensaba rápidamente en un plan B... Decidió que su mejor opción era esquivarlo. Como no sabía si el proyectil le perseguiría, decidió saltar hacia el propio lanzador en el último instante.

El cohete impactó tras él, elevándolo aún más; y dándole una vista perfecta del segundo cohete, que se dirigía hacia él a toda velocidad. Ide extendió su mano libre en un gesto enérgico, y el cohete se desvió de su trayectoria, impactando contra el techo.


Una ráfaga de tres cohetes surcó el aire en tres direcciones levemente diferentes.

Ide vació su mente de todo pensamiento, en una décima de segundo. Empujó con la Fuerza, con los dedos extendidos para tocar a los tres cohetes con el mismo impulso.

Uno se estrelló contra el suelo, justo bajo Ide.

Uno pasó rozando a Ide (hubo una centésima de segundo en la que Ide pudo oler las llamas del cohete) y se estrelló contra la pared, a treinta metros de distancia.

Uno pareció recibir un impulso demasiado fuerte, y giró descontroladamente sobre sí mismo, describiendo una extraña trayectoria parabólica, que lo llevó a caer contra el gran. Éste gritó brevemente, antes de que la explosión lo vaporizara.

Ide cayó entre una nube de humo que velaba sus movimientos, hacia un suelo que no le resultaría peligroso. Ahí tenía un respiro, por si quería recobrarse durante unos segundos, o tomar un papel activo, en vez de reactivo. Lo único que no podía hacer en el cráter humeante, lo que le instaba a salir pronto de él, era respirar.

Buscó en su percepción sobrenatural dónde estaba el enemigo más cercano. Entre la pared y una viga que sujetaba el techo, había alguien buscando un blanco claro... Se comprimió sobre sí mismo, y efectuó un salto que pareció vertical, pero cuya trayectoria le llevaría justo frente su enemigo.

En cuanto saltó, un rayo blanquecino, casi imposible de parar, atravesó su trayectoria errando por centímetros y desintegrando un arma tirada en el suelo. Un segundo rayo falló por bastante más, revelando completamente a su atacante, un rodiano agazapado con su arma desintegradora de francotirador...


Ide aterrizó justo frente a él. El alienígena todavía tuvo la sangre fría de intentar dispararle a bocajarro con su arma. Ide deflectó el disparo, y lo envió al hombro que sujetaba el arma.

Ide esperó un daño menor en el individuo, pero, ante su atónita mirada, el hombro derecho del alienígena se convirtió en luz amarillenta, que se extendió en décimas de segundo por todo el alienígena; antes de desvanecerse. No quedó del alienígena mas que una mancha oscura en el suelo y la pared.

Por el hangar se extendió una falsa calma. Y, al borde de lo perceptible, una extraña sensación: algo extraño, como un vibrato grave... Ide extendió sus sentidos en la Fuerza, y sintió que el origen de este sonido no estaba en el hangar. Tenía una extraña sensación, como un conocimiento familiar que no se puede expresar en voz alta... como algo recientemente olvidado... o recientemente aprendido...

Algo pequeño y metalico cayó junto a él, y reaccionó sin pensar. Saltó, con todas sus fuerzas, lo más lejos que pudo; y una explosión pequeña y concentrada abrió una agujero en el suelo y la viga de la pared. Ide notó que no tenía por qué haber saltado tanto: la explosión apenas tenía un metro de radio.

Localizó a su atacante sin esfuerzo: llevaba un jetpack y volaba cerca del techo del hangar. Llevaba un cinturón de detonadores termales como el que acababa de usar. Ide no lo pensó dos veces, levantó su mano izquierda, y, simbólicamente, empujó al individuo contra el techo con toda la potencia que pudo extraer de la Fuerza. El individuo, que ya estaba preparando el siguiente detonador termal, en previsión de que este encuentro sería más largo, fue cogido absolutamente por sorpresa.

Chocó con el techo, averiando el jetpack; y salió despedido con una trayectoria errática que lo llevó a chocar contra la puerta del hangar. El jetpack explotó en cuanto chocó; el detonador termal medio segundo después.

Hubo otro momento de falsa calma, en el que Ide tuvo unos segundos para recapitular: el trandoshano, los dos del respirador, el gran, el rodiano y el del jetpack. Había dos más, e Ide no estaba dispuesto a darles una tregua en la que planear su muerte. Cerró los ojos, abrió los brazos ligeramente y buscó su impronta en la Fuerza.

Se sorprendió cuando percibió a su enemigo justo detrás de él, y cuando se agachó por reflejo, algo invisible pasó silbando por encima de su cabeza. Medio saltó, medio rodó ayudándose con la Fuerza, y acabó mirando al lugar donde la Fuerza le decía que a pocos metros había un enemigo. Sus ojos no veían ninguno. Sus oídos escuchaban un silbido rítmico amenazador, que por alguna razón no conseguían localizar con precisión.

Estaba claro que su agresor usaba algún tipo de escudo de invisibilidad. Cerró los ojos, y escuchó la parte de la Fuerza que reverbera con los entes vivos. No le veía a él, pero podía ver su impronta. Seguía en el mismo lugar, ardiendo con agresión.

El silbido se hizo más agudo, de repente, e Ide saltó arqueándose hacia atrás y se apoyó en su brazo para volver a impulsarse aún más lejos, mientras barría en semicírculo con el sable de luz. Algo se había abalanzado sobre Ide, y había cortado parte de ese algo con la espada láser. Abrió los ojos un momento, para ver si se podía apreciar qué había cortado.


Sobre el suelo se veían algunos hilos, con el borde todavía incandescente. Ide comprendió que se trataba de hilo monofilamento, probablemente manejado como látigo o red troceadora. Su enemigo avanzó unos pasos, sin prisa, mientras se reanudaba el sonido rítmico silbante que era, sin duda, el sonido del cable monofilamento al girar en el aire.


Ide decidió actuar y no esperar a ver el resultado de una segunda agresión. Invocó a la Fuerza una vez más para empujar a distancia a su enemigo. El asalto le daría una ventaja estratégica, pues desequilibraría a su enemigo, para permitirle luego atacar evitando una segunda descarga del cable.


El golpe, más que suficiente para desequilibrar a un adversario de tamaño mediano, reveló de repente una masa sanguinolenta frente a él.

Ide lo miró durante un instante, intentando comprender por qué estaba muerto su oponente. Luego comprendió. Probablemente el impulso de Fuerza había arrastrado la maraña de cable monofilamento contra su antagonista. Ahora, desde luego, no parecía muy invisible: en un punto del suelo había un montón de carne y trocitos de sangre.

Sólo quedaba uno, e Ide supo inmediatamente donde estaba. Estaba a diez metros, y no resultaba nada fácil percibirlo mediante la Fuerza. De alguna forma difícil de entender, se fundía con su entorno. Ide no hubiera podido sentir que estaba ahí de no haber sido por la twi'lek, que mantenía frente a él como rehén.

-Tira esa cosa de luz -dijo el humano.

-Qué quieres de mí -preguntó el joven Jedi, obviando la orden.

Ide se volvió. Vio a un hombre de complexión mediana, armado con un vibrocuchillo que mantenía contra el cuello de la mujer. En su otra mano, llevaba una pistola bláster pesada.

-Quiero que sueltes tu arma -dijo con voz severa-. O la mato.

-No me estás entendiendo. Si la matas, morirás en cuestión de segundos, y nada de esto tendrá sentido -contestó Ide, con voz calmada-. Por eso prefiero hablar contigo, antes de que se precipiten los acontecimientos.

-Si oigo una palabra más salir de tu boca, la mato. Suelta el arma.

Ide sonrió, sin decir nada más. El hombre acercó el vibrocuchillo al cuello de la twi'lek, y ella gritó al tiempo que una gota de sangre caía por su cuello. La cuchilla se detuvo.

-Hazlo. Ahora.

Ide desconectó el sable, y abrió la mano dejándo el sable caer. Le dejó hablar.

-Ahora dale una patada. Bien fuerte.

Le dio un puntapié a su arma, como para dejarla a dos o tres metros.

El hombre le apuntó con su bláster.

-Y no te muevas.


Disparó a Ide. Éste reaccionó instintivamente, girando el cuerpo para evitar lo que hubiera sido un impacto directo en el pecho, de forma que la descarga de blaster impactó contra la túnica jedi. El olor a tela quemada y a su propia piel chamuscada le cosquilleó la nariz durante un momento.

-¡No te muevas! -gritó perentoriamente. El corte en el cuello de la twi'lek se hizo ligeramente mayor, y las lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas.

-Eres un ser muy...

El hombre cortó más profundamente, y ella empiezó a sangrar de forma profusa.

-Que te calles y te estés quieto, o no vivirá para contarlo. Si te estás quieto, la llevaré a curar después.

La twi'lek sangraba y lloraba, y de repente Ide la sintió en la Fuerza, como una súbita explosión de música. Gritó, y el espacio alrededor de ella se onduló de una forma que Ide reconoció sin esfuerzo. Hubo una especie de explosión sorda, y el hombre caminó hacia atrás, soltándola desconcertado.

En ese preciso instante, Ide saltó hacia adelante, a la par que tiró de su sable de luz, apartado unos metros. De un salto acrobático llegó hasta el hombre, que ya se había recompuesto lo suficiente para ponerse en guardia.

Ide atacó con el sable, y, lejos de encontrar un enemigo fácil, tuvo que reconocer que el hombre se defendía bien. Debía de ser el mejor de una docena de mundos. Y su vibrocuchillo, además, poseía la propiedad de resistir el impacto del sable de luz.


Sus armas chocaron, mientras buscaban cualquier posible punto débil en la técnica del enemigo. No encontraron ninguno: ambos poseían una técnica rayana en la perfección. Siguieron chocando, mientras Ide y su oponente se movían por el hangar con un juego de pies excelente.

En un momento determinado, Ide lanzó un golpe cruzado de revés con el brazo izquierdo, y sintió que su oponente ahogaba un grito de alegría, al haber visto lo que él creía una apertura. Pero con la otra mano, Ide hizo un gesto hacia su oponente, y éste voló hacia atrás una decena de metros antes de estrellarse contra el suelo.

Comenzó a levantarse, despacio, mientras resollaba pesadamente.

-Dime lo que quieres, y es posible que te deje marchar. No es necesario que sufras daños, si eres algo más sensato que cuando intentaste matarme con un bláster.

-Era... -jadeó- un trabajo...

Se puso en pie, y volvió a adoptar la postura de guardia. Caminó oblicuamente hacia las tomas de combustible que había en la pared del fondo, sin darle la espalda al joven jedi. Ide saltó hacia él, intentando evitar que ejecutara ningún tipo de acción contra su nave.

Volvieron a chocar sus armas, pero el mercenario ya no reaccionaba tan rápido como antes. En cuanto pudo, Ide realizó otra maniobra telequinética para empujarlo lejos, y en esta ocasión el mercenario se quedó tumbado boca abajo en el suelo, sin intentar alcanzar su arma (que estaba a un par de palmos de distancia).

-Me... doy... -gimió con un hilo de voz.

Con un movimiento de la mano, Ide lanzó lejos el bláster, mientras se acercaba al mercenario lentamente. Éste no hizo ningún movimiento, más allá de respirar ruidosamente. Ide apartó el cuchillo de su mano, y lo lanzó lejos del mercenario.

-Es posible que se te haya roto alguna costilla. Pediré ayuda médica.

Ide examinó la sala, en busca de una terminal. En un primer vistazo, Ide abarcó con la mirada a la twi'lek herida, llorando arrodillada en el suelo, un terminal "estúpido" de los que se usaban sólo para operaciones relacionadas con el hangar, y la consola de control de la puerta. Puede que con ella se pudiera comunicar con el exterior. Aunque, claro, también se podría abrir la puerta y pedir ayuda "analógicamente" fuera.

Casi se había olvidado de ella. Se acercó para comprobar la gravedad de su herida. No parecía muy grave, pero dejaría cicatriz. De todas formas, era una herida bastante escandalosa, y ella parecía muy asustada.

Se abrazó a Ide, temblando violentamente.



-No te preocupes, vas a salir de esta. Aunque es posible que te quede un corte un poco feo... aunque eres bella de sobra como para compensar -dijo sonriendo-. ¿Puedes caminar? Necesito ir a pedir ayuda al centro administrativo.

Lo miró como si no comprendiera para quién podía pedir ayuda. Ide la sentía, la sentía en la Fuerza, radiando como un órgano de iglesia tocado por un niño pequeño... estridente, descontrolada.

-Bueno, esta gente... algunos están heridos... no creo que... ya. Supongo que aquí se deja morir a la gente tal cual. Sube a la nave. Yo me encargaré de esto -empezó a andar hacia la rampa de subida, cuando de repente se acordó de algo-. Por cierto, ¿dónde está Tilikit?

Ella negó con la cabeza.

-No lo sé -algo, que había estado rondando la consciencia de Ide todo este tiempo, volvió a eludirlo por poco. De repente se dio cuenta de que en la twi'lek había algo que retroalimentaba el miedo, que la hacía temer más a cada momento. Pero Ide sentía que esto no era lo que había estado a punto de sentir. Resultaba un poco desesperante.

Siguieron hacia la nave. Esperó que luego, en una posterior meditación, se le aclarara un poco la percepción. Cuando la twi'lek estuvo dentro, volvió a acercarse al último mercenario.

-Quién os ha contratado -más que una pregunta, fue una exigencia.

El mercenario resolló, sin responder. Parecía no oir, o no entender. No se había movido desde que cayó boca abajo. Tras unos segundos, habló en voz gemebunda:

-No... no se habla... de esas cosas...

-Tampoco se ayuda a la gente que te ha intentado matar, y yo voy a pedirte ayuda médica en lugar de dejarte morir aquí.

-Yo... no te la... he pedido...

-Me da igual, no lo voy a hacer porque tú me lo hayas pedido. No me vas a contar quién me quiere muerto, ¿verdad?

-Lo... siento...

-Debes haberle costado caro. Eres un buen luchador. ¿Y mi amigo, el chadra-fan?

-Esa... rata... mató a mi amigo... se mataron... el uno al otro.

Ide sintió una punzada en el estómago. Lo había intuido cuando la twi'lek no quiso hablar, pero ahora que lo supo fue cuando sintió la pérdida de un inocente. No dijo nada más, se levantó y se dirigió a la puerta del hangar, tras una última comprobación del área. No quería encontrarse ninguna otra sorpresa.



Nada parecía fuera de lugar. Aunque algo estaba sucediendo en alguna parte. Algo que vibraba con un tono que no era grave. Era... Ide estaba confuso. Se concentró un poco en la puerta del hangar, mientras ésta se abría lentamente. Era... un la4. Se quedó helado. Era un diapasón. Él conocía esa impronta en la Fuerza...

La puerta se acabó de abrir. Un coro de curiosos aplaudió a Ide, que vio repetidas diversas escenas de lo sucedido en algunas de las pantallas gigantes. Le pareció ver también alguna tabla de apuestas.

Pero Ide no estaba realmente atento a todo esto, sino a lo que acababa de percibir en su interior. Ahora que sabía lo que era, no podía dejar de percibirlo.

-Mi padawan -murmuró.

Y sin dejar pasar un segundo más, corrió hacia la nave. La twi'lek ya estaba precalentando los motores para marchar, y la puerta del hangar se abrió durante diez segundos que a Ide se le antojaron una eternidad.


Salieron hacia la mansión de Keel, mientras Ide se veía asaltado por negros presentimientos.

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