El Blues de Nar Shaddaa IV

De Subtrama
Revisión a fecha de 21:31 23 jun 2013; El Universo (Discusión | contribuciones)
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15 de Abril, 15:30. Nar Shaddaa, Chez Wolkan

Keel Wolkan, al parecer, había decidido impresionar a sus huéspedes.

El salón estaba aún más abarrotado de comida de aspecto suculento, así como de numerosos platitos en los que había polvo de diferentes colores, que podían ser costosos condimentos o drogas recreativas.

Había una actuación de cinco cantantes twi'lek, con diez bailarinas twi'lek y humanas tras ellos.

Había una especie de costosa (al menos, parecía costosa) escultura holográfica cambiante flotando cerca del techo.

Keel Wolkan estaba en una especie de trono elevado, con una mesa bastante grande frente a él. Sentados a la misma mesa, con sillas bastante menos impresionantes, estaban los que parecían subordinados de confianza.

El twi'lek azul hizo un gesto con la mano cuando Ide y Arakosia llegaron, y todo el mundo se volvió a mirarlos.

-¡Demos la bienvenida a mis huéspedes de honor!

-Te damos las gracias, oh poderoso Keel Wolkan, por tu hospitalidad -respondió Ide con una sonrisa educada.

-Por favor, venid a mi mesa -dijo, mientras hacía un amplio gesto con el brazo.

Mientras se acercaban a Keel cruzando la enorme habitación y el ruido volvió a su nivel inicial, una vez que este desvió su atención, Ide se retrasó un segundo, y habló en un suspiro para Arakosia, que estaba un poco intimidada y ruborizada.

-Si va a traicionarnos, este será el momento. Debemos tener cuidado con lo que comemos.

-Pero cómo...-susurró ella.

-No comas antes de que lo haga yo. Y disimula ese susto que tienes, mi joven padawan -respondió alegremente él, y le echó la mano por encima mientras sonreía, esta vez sinceramente, divertido por su propio comentario. Pudo sentir, como una oleada que le abrumó durante un instante, la felicidad que emanaba de Arakosia por ese gesto. Y luego, como un trueno ensordecedor siguiendo al rayo, una marea de excitación física. El miedo había desaparecido, desbancado por ambas sensaciones, debajo de las cuales se percibía ahora una confianza inamovible.

Se abrieron paso hasta la mesa principal, flanqueados por miradas evaluadoras y corteses. Los asientos eran muy cómodos, y alguien parecía haber tomado al menos la mitad de cada una de las bandejas.

Ide intentó percibir miedo o excitación anormales en la sala. No quería que una traición los pillara de sorpresa. Recordó su accidente, y por un momento se turbó. Pero se centró en la sala.

Había montones de conversaciones en básico y en hutt, y no se sentía nada anormal. O nada perturbadoramente anormal, en cualquier caso. Una fiesta en casa de un vigo era el escenario perfecto para mil traiciones, mil negociaciones tensas, mil intentos de asesinato encubiertos. Pero Ide no percibió nada dirigido hacia ellos, en cualquier caso.

Keel Wolkan, en cualquier caso, parecía genuinamente amistoso.

-Ven, ven, amigo mío, toma asiento, come algo. Te recomiendo las delicias de Alderaan -señaló discretamente a una bandeja a un cuarto de su capacidad total.

-Veo que tienes un gusto exquisito, amigo Keel -dijo Ide parafraseando el tono amistoso de su anfitrión-. Soy fan de los vinos alderaanianos. En ese mundo saben comer y beber bien.

Buscaron asiento esperando no encontrarse sillones semisintientes, pero notaron que habían sido retirados para la fiesta. O quizá eran exclusivos de la otra sala. Tomaron asiento al lado de Keel, en el lugar que, al parecer, les había reservado. Ide se alegró de estar a su lado y de poder conversar con él.

-Me alegra que nos recibas para el almuerzo. Pensaba llegar más caído el día, pero ha sido un día interesante y hemos decidido volver pronto a casa -comentó Ide para abrir conversación-.

Keel se rió amistosamente.

-¡Nar Shaddaa es como un jardín donde todo el mundo coge lo que desea! No eres el primer jedi que viene aquí para tomarse unas pequeñas vacaciones, ¿sabes? Supongo que toda esa disciplina es difícil de mantener, ¿eh?

Ide se preguntó, para sus adentros, cuánto de verdad y cuánto de rumor había en esas palabras. Parecía jugoso, en cualquier caso, para cualquier vigo, poder decir que un jedi había pasado unas vacaciones en sus dominios.

Y repentinamente, algo se encendió en la cabeza de Ide. "Quizá es por eso por lo que nos trata bien...".

-Bueno, hacemos lo que podemos -respondió el joven jedi. Por un momento dudó si contarle lo que había venido a hacer a Nar Shadda, pero por más amistoso que pareciera, Ide no quiso ser incauto-. Yo he venido realmente más por negocios que por placer.

No contó inmediatamente su objetivo. Conversó tranquilamente con Keel Wolkan, contándole alguna de sus aventuras por la galaxia, haciéndo énfasis no en el cumplimiento de la ley y el orden sino en las anécdotas que sucedían en sus viajes. Esperó a que Keel le preguntara por su objetivo en Nar Shadda, como estaba seguro que haría, pero éste sólo asintió y comenzó a contar anécdotas de cuando se hacía pasar (en su niñez) por operador turístico de Nar Shaddaa. Nada de grandes crímenes, sólo miniestafas más humorísticas que otra cosa.

Arakosia comía sólo de los platos que comía Ide, y sólo cuando Ide comía, exactamente después de él.

-Keel, ahora que lo pienso... -comentó el jedi, a sabiendas que Keel sabría que había estado esperando para preguntar-. Estoy buscando un droide piloto. Para alquilar sus servicios por un tiempo.

-No, hombre, ¿por qué vas a hacer algo semejante? ¿Un droide? ¿En un planeta con algunos de los mejores pilotos orgánicos de la galaxia?

-Oh, bueno... estoy en una misión algo larga, y llevar pilotos orgánicos es un inconveniente más que una ventaja. Los droides son... más fáciles de tratar.

-No, no, hazme caso. El dia que permita que mi medio de transporte lo lleve un droide, es que me he cansado de vivir. No hay buenos droides pilotos, te lo aseguro. Al menos, no en este lado de la galaxia. Te daré un consejo. Compra un piloto. Una de esas twi'lek llenas de curvas, la que baila en aquel extremo del escenario, es una piloto excepcional. Y no es el único de sus talentos -dijo en tono lascivo-.

-Amigo Keel, no me malinterpretes, pero... no es mi estilo ir por ahí comprando orgánicos -sonrió, esperando que no se turbara-. Ya sabes, yo sé que es normal en la galaxia. Es como funciona y lo asumo. Pero prefiero evitarlo, si me entiendes.

-Lo comprendo, lo comprendo... tengo entendido que en la Orden preferís la... ayuda voluntaria.

-Eres un twilek bien informado, por lo que veo.

-Personalmente, no veo mucha diferencia entre comprar un droide piloto y comprar un piloto, pero en fin... -se encogió de hombros- en ese caso te recomiendo que contrates un buen piloto orgánico. No hay buenos pilotos droides, o por lo menos yo no he oido hablar de ellos. Y si alguien te habla de un buen droide piloto... ¡te está mintiendo, tio! -se rio estruendosamente. Ide acompañó educadamente su risa.

-Entonces, Keel -respondió Ide cuando se apagaron las carcajadas de su anfitrión-, si encuentro un buen droide piloto en esta maldita luna, ¡no podré hacer otra cosa que comprarlo y regalártelo! -Bromeó.

-Oh, amigo, si haces eso, te regalo tres esclavos. ¡Pero tiene que ser bueno de verdad!

-¡Tres esclavos! -Dijo Ide, con sincera sorpresa, pues no lo esperaba, y era consciente del precio que había que pagar por uno.

-Por un buen droide piloto -dijo más serio-, que es como decir por una piedra voladora, amigo mío.

-¡Debes estar verdaderamente convencido, Keel! Lo voy a tomar como un reto personal, entonces...

-Bueno, bueno... Y, dime, ¿qué piensas hacer mientras estés en Nar Shaddaa? Además de buscar un droide piloto, claro...

-Pues verdaderamente estaba de paso en una misión algo más larga... pensaba aprovisionarme y seguir, pero creo que me quedaré unos días. Vamos de camino a recoger a un posible miembro de la Orden -alegó Ide-. Aunque casi podría decirse que estoy de viaje de entrenamiento con Arakosia -señaló a la niña-. Ella es mi aprendiz.

-Ya me lo suponía. Era eso o la guardaespaldas, con esa especie de cosa de metal que lleva en la espalda. ¿Qué demonios es?

Arakosia se irguió, sin decir nada. Ide la miró, instándole a responder. "Un padawan no debe tener miedo de hablar cuando se le requiere", se dijo como si él mismo fuera el aprendiz.

-Es un arma, señor Wolkan -dijo con aplomo.

-¿En serio? ¿Y cómo funciona?

-Es un trozo de metal afilado. Se aplica contra lo que se desee cortar. Normalmente sangra bastante.

-Si a nuestro anfitrión le complace -intervino Ide- podrías hacer una demostración. Artística y sin herir a nadie -se apresuró a añadir. Ide no sabía si lo había dicho por complacer a Keel o por poner a prueba a Arakosia y reforzar su confianza-.

-Yo... em... ¿a quién debo mutilar, maestro? -preguntó en tono indiferente.

-A alguna fruta que dispondremos para ello, padawan -sonrió-. ¿Keel?

Keel asintió sonriente, mientras murmuraba por lo bajo: "metal afilado..." Pulsó un pequeño botón del brazalete que llevaba, y una plataforma se elevó en un lateral de la sala. Simulténeamente, su voz se amplificó:

-¡Distinguidos huéspedes! ¡Por favor, contemplen la habilidad de esta joven!

Un foco la iluminó, mientras el resto de la sala se oscurecía sutilmente. Ella se levantó y caminó rápidamente hacia la plataforma. Se concentró bajo ella, ignorando la escalera, y subió de un salto los casi dos metros de altura. Ide se alegró y se concentró en ella. "Confía en la fuerza. La calma te llevará a ella", pensó como si pudiera oírle.

La joven Arakosia no escondía sus sentimientos. Estaba absolutamente tranquila, y centrada en el matiz exacto de marrón de los ojos de Ide. Con un movimiento fluido, se despojó de su capa y la arrojó de la plataforma a los brazos de su maestro.

Tras él, Keel hablaba animadamente por megafonía:

-¡Sólo fruta, mis queridos huéspedes! El selector de dificultad comenzará a cuatro, para ir subiendo progresivamente hasta que nuestra adorable invitada reciba tres impactos. ¡Tienen tres minutos para hacer sus apuestas!

En la pared tras Arakosia, un panel móvil dejó a la vista una especie de pizarrón digital, que comenzó a llenarse rápidamente con las apuestas, por minutos y por niveles de dificultad superados hasta la (al parecer, porque no había la opción de victoria de la padawan) inevitable derrota.

Con un movimiento que apenas se podía seguir con la mirada, desenvainó, sujetando la espada con ambas manos. El sonido de metal vibrando apenas se sintió, como si algo reforzara durante un segundo todas las "n" de las conversaciones.

Keel habló en voz comedida a Ide:

-¿Los jedi no hacen apuestas?

-No necesito apostar, no va a ser eliminada -afirmó Ide-.

-Todo el mundo acaba siendo eliminado, sólo es cuestión de tiempo. El nivel de dificultad va subiendo progresivamente, hasta que el jugador pierde. Todo el mundo pierde.

-Nada crece indefinidamente, Keel -respondió el jedi.

-Pensaba que ibas a decir que la fruta puede acabarse. Sí, la máquina tiene treinta niveles de dificultad, pero en los diez últimos la fruta viaja más rápido que un disparo de blaster, en ráfagas. Quiero decir, puede que sea buena, pero no tanto...

-Uhm. Está bien. ¿Cuál es el récord de tus invitados?

-Tuvimos un maestro echani que llegó a dieciséis.

-¿Jedi?

-Nunca ninguno ha querido jugar.

-Entonces digamos que estoy decentemente seguro de que mi aprendiz podría llegar a 17.

-Nadie ha apostado por diecisiete, nunca. Ni siquiera está esa columna en la pizarra. Si ganas, te llevarías un montón de dinero.

-De todas formas, no tengo moneda hutt que apostar. Si tuviera algo con lo que apostar, ya te habría pagado mi estancia -sonrió-. Pero bueno, si te valen créditos de la República, algo puedo apostarme.

-No, hombre, no. Se apuesta con fleber. ¿No tienes fleber? -añadió, mirándolo como si fuera alguna especie de turista.

-Muy pocos -respondió, sacando el cristal que le habían dado en el Palacio del Dolor-.

-Esto es una apuesta amistosa, hombre... usa aquel terminal.

Ide se acercó al terminal. En él se veia un montón de información, toda la cual estaba en idioma hutt. Tanteó las opciones que le parecían intuitivas, y notó que la tabla podía desplazarse con el tacto. Llegó hasta la columna dieciséis, y movió la mano como para desplazarse más allá, y tras un breve titubeo electrónico apareció una nueva columna. Ide dio algunos toquecitos, que se convirtieron en números hutt en la pantalla.

Apostó todos los fleber que le había regalado el hotel.

Arakosia dio un par de pasos laterales, para acostumbrarse al suelo. Frente a ella, un mecanismo metálico, esencialmente una esfera con un corto conducto, se posicionó a unos tres metros. Entre las mesas surgieron una especie de embudos, donde la gente comenzó a dejar caer fruta.

La primera pieza fue una manzana, dirigida hacia el vientre. Arakosia sólo movió los brazos, como con desgana, y la manzana quedó partida en dos.

Se oyó un ruido como de varios mecanismos pequeños encajando simultáneamente, y durante un instante se vio un dígito hutt en la pantalla (que Ide reconoció como un dos).

Dos ráfagas de dos piezas de fruta, dirigidas a mayor velocidad, se lanzaron hacia ella. Dio un paso lateral, y partió tres de las cuatro piezas. La pieza restante quedó suspendida en un campo antigravedad que la recondujo al mecanismo disparador. Keel habló de nuevo en voz lo bastante baja para que sólo Ide lo escuchara:

-Así es la vida... lo que no resuelves en su momento acaba volviendo tarde o temprano.

Un nuevo reajuste. Una ráfaga de cuatro piezas, otra de tres, otra de tres. Arakosia se movió como en ráfagas, y dio un par de pasos muy rápidos, mientras la espada bloqueaba varias piezas de fruta.

Ide se mantuvo impasible. Se calmó y se concentró en su aprendiz. Sintió una leve punzada de intranquilidad, ya que nunca la había visto actuar en serio...

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