La huida de la Reina

De Subtrama
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Coruscant, 28 de marzo de 26aGR

La noche había pasado desapercibida para Ide Kanor. Se acostó con los últimos rayos de sol, y se despertó ya entrado el día.

Kwyna estaba inquieta, aunque esto no era ninguna novedad. Todo había sido un poco extraño desde la vuelta. Para ser más exactos desde que a Anakin y a él los habían nombrado Caballeros. Pero lo asumía. Podía vivir con ello. Kwyna debería encontrar su propio camino, ahora con la guía del Maestro Drallig.

Se forzó a pensar en otras cosas. Le quedaba una semana antes de salir para Horuz, la luna de Despayre en la que según la información recabada por Ide estaría el hijo de Zhur Garin. Se había propuesto visitar a Tu'Ala en esta semana, para ver si podía ayudar en algo. En parte, sentía pena por la niña. La habían encerrado en los sótanos del Templo, sometida a la acción de unos animales llamados ysalamiri, que tenían el mágico efecto de anular la resonancia de la Fuerza en los seres que estuvieran a su alrededor. La borraban. Desaparecía. Los jedi dejaban de ser jedi, cuando se acercaban a los mismos.

A Ide le parecía una idea terriblemente descorazonadora.

Para ver a Tu'Ala necesitaría permiso del Consejo. Esa sería su tarea del día.

Había conseguido localizar al Maestro Windu, el cual le concedió un permiso temporal para bajar a ver a Tu'Ala. Al mediodía, buscó a Anakin para almorzar, y lo localizó en su habitación, resonando en la Fuerza como un violín solista, virtuoso, expresivo, magnífico. Se dirigió a los dormitorios, y tocó en la puerta de Anakin, dispuesto a bromear con su compañero.

-A que no sabes lo que...

Se interrumpió bruscamente. La expresión de su cara cambió en menos de un segundo del humor a la sorpresa y de la sorpresa a la incredulidad. Ambos lo habían percibido, clara y nítidamente. Desde Kwyna, ira y miedo, y una súbita determinación.

-Está huyendo -consiguió pronunciar Ide.

Anakin contenía la respiración. Ninguno consiguió articular palabra. Se quedaron los dos, mirándose, a ambos lados de la puerta, en lo que a Ide le parecieron unos segundos interminables.

-Está huyendo -repitió Ide, mientras pasaba a la habitación de Anakin, y se sentaba en la cama, aún recibiendo oleadas perturbadoras de emociones.

Se quedó allí sentado, y no se esforzó en decir nada más.

Pasaron los minutos, que parecían horas. Las actualizaciones de la persecución aparecían en la intranet de caballeros y maestros. Las noticias eran confusas y a veces contradictorias, pero al parecer estaba en el sistema de reciclaje de residuos del templo.

Tocaron a la puerta. Era Mace Windu. Cuando entró, echó un vistazo al ordenador.

-Veo que lo sabéis. Lo siento. He venido para saber si puedo hacer algo por vosotros.

-Estamos... un poco sorprendidos. Nunca hubiera imaginado que haría una cosa así -intervino Ide. Anakin no levantó la cabeza-.

-Comprendo. No sabemos cómo ha hecho muchas de las cosas que ha hecho, pero sospechamos que tuvo ayuda. Ayuda desde dentro. El maestro Kazdan Paratus le está siguiendo la pista.

-Es todo un poco confuso. Casi se puede oír su miedo y su frustración.

-En las últimas horas ha tenido un arranque de ira contra su maestro, seis insubordinaciones verbales y varios actos de desobediencia. Ayer decidió que se iba, y la convocamos para hoy por la noche. Le asignamos a la maestra Damsin por si se sentía, digamos, desorientada, pero la encerró en el baño y huyó.

Ide se sentía algo descorazonado. Había oído algo sobre la evolución de Kwyna los dos días que llevaban en el Templo. Y, hasta cierto punto, podía imaginarse un retroceso o estancamiento en el entrenamiento de Kwyna. Pero no que iba a escaparse, a huir del Templo, de la Orden a la que pertenecían.

Allí, con Anakin cabizbajo y con Mace Windu con rostro más severo de lo normal -si es que es que esto era posible-, recordó fugazmente los ojos enloquecidos de Kwyna, en el templo submarino en el que encontraron a Arakosia, cuando el Lado Oscuro se apoderó de ella y le atacó. A él. A su compañero. A su... enlace. Y a continuación temió por Anakin, y por cómo le sentaría la, al parecer, más que posible pérdida. Estos días había vagado taciturno, algo descolocado, e Ide no supo decidir si achacárselo al nuevo ambiente del Templo, al que estaban tan desacostumbrados después del aislamiento en Galmia, o a la nueva actitud de Kwyna.

Ahora estaba sentado en la cama, sin decir nada, con los ojos cerrados concentrándose en percibir los sentimientos de Kwyna.

-No... no quiere ser percibida... se centra en escapar -murmuró en voz casi inaudible- pero siente menos miedo y más determinación. Eso es bueno, le da una oportunidad de reaccionar y volver. Si no se deja llevar por el Lado Oscuro...

Ide posó por un momento los ojos de la Fuerza en Anakin. Parecía una orquesta, con cada músico tocando una pieza, ansioso y desconcertado.

-Me siento un poco responsable -dijo Mace Windu-. Al fin y al cabo, parte de su desequilibrio se debe a su fijación con una forma de combate que yo desarrollé.

-No sé si tuvo alternativa, Maestro Windu -replicó Ide-. Conociendo su tozudez, no hubiera descansado hasta que hubiera aceptado a instruirla en la Forma VII -sonrió, algo apesadumbrado-.

-El problema es que ella no me conocía a mí -dijo con voz firme-. Ni quiso conocerme, ni a su nuevo maestro. Para ella, sólo éramos medios para un fin.

A Ide todo le parecía muy triste. Por algún motivo, se sentía menos optimista que Anakin. Sentía que ella ya había decidido, y que esto no era un acceso puntual. Que ella les quería dejar, a ellos y a la Orden. Decidió quedarse todo el día con Anakin. No veía otra cosa que hacer, dadas las circunstancias.

Las siguientes horas pasaron muy despacio. Anakin siguió sentado con las piernas cruzadas, intentando percibir algo de Kwyna, mientras Ide vigilaba atentamente las noticias en el monitor, que se iban actualizando con falsos rastros y desmentidos, y ocasionalmente con uno verdadero.

Ide salió y entró varias veces de la habitación, a veces para despejarse en un jardín cercano e intentar meditar para tranquilizarse, a veces para encontrarse con Kit Fisto o algún otro maestro que estuviera pasando cerca. Todos tenían expresión apesadumbrada, y permanecían cerca de ellos, sin querer molestar, dispuestos a ayudar en lo posible. Pero Ide podía sentir su apoyo en la Fuerza, aunque no hablaran. Obi-Wan no estaba; se había unido a la búsqueda en los túneles de mantenimiento.

En un momento de la tarde, un extraño sonido vino del inodoro, y regurgitó agua sucia. Al parecer, Kwyna había accedido durante unos segundos al sistema de eliminación de residuos, pero Kazdan Paratus la había sacado de allí.

Mace Windu, el único de los maestros que entraba ocasionalmente en la habitación, asintió brevemente.

-Es sobre todo en momentos como éste, que me alegro de poder contar con hacker jedi.

Ide no recordaba haber oído hablar de Kazdan Paratus, pero entendió que debía ser alguien importante en el Templo. Según el rápido informe, Kazdan había capturado a Kwyna. Quizá... quizá pudiera entrar en razón. Quizá ellos, Anakin e Ide, podían convencerla. A lo mejor el Consejo se había equivocado apartándolos de una forma tan brusca...

Su curso de pensamiento fue interrumpido por Mace Windu, que contemplaba el ordenador.

-Ha escapado de la trampa de Paratus. La hemos vuelto a perder.

Y todo se desplomó de nuevo.

Volvieron a pasar arrastrándose las horas, con Anakin quieto como una estatua e Ide inquieto por todas partes.

Era de noche, y su cena se enfriaba casi sin tocar sobre la mesa, cuando sintieron una conmoción en la Fuerza.

Kwyna se había encontrado con Cin Drallig.

Por primera vez en toda la tarde, Ide se sentó, calmado, quieto, expectante. Se concentró, como Anakin, en Kwyna. Y esperó.

Cin Drallig estaba hablándole, y ella le respondía irritada, y lo sondeaba para ver si podía arrebatarle el sable de luz. Porque el maestro llevaba tanto su propio sable de luz como el de Kwyna en el cinto.

El maestro Drallig le dijo a Kwyna que iba a meterla en una celda con un ysalamiri.

-Iré a la celda cuando tenga motivo, maestro -oyeron la voz de Kwyna, clara y desafiante como si la tuvieran delante.

-Irás a la celda ahora.

Pasó el momento de súbita claridad. Kwyna se quejó de algo injusto, Cin Drallig le dijo que seguramente había algún error básico en el que había caído por no tener maestro.

A la mente de Ide vino, como un flash en medio del torbellino, la imagen de los ojos de Kwyna, dirigiéndose a él con el sable de luz en ristre.

La boca de Kwyna decía:

-Antes que convertirme al Lado Oscuro prefiero dejarlo todo.

La mente de Kwyna decía:

-Necesito ese sable de luz si es que quiero escaparme de aquí.

Cin Drallig le dijo que se tumbara en el suelo, boca abajo. Ella apoyó una rodilla en el suelo y cerró los ojos. Recordó algo que le dijo el holocrón, cuando estaba en Galmia. Su mente se vació de preocupación. Abrió los ojos.

Cin Drallig conectó su sable de luz.

En el mismo momento, Kwyna se levantó, e igualmente levantó un centenar de pequeños objetos, mientras tanteaba los grandes.

Levantó las manos a la altura de la cabeza. Hizo un leve movimiento, y media docena de objetos surcaron el aire hacia Drallig. Él hizo un gesto con la mano libre, empujándolos violentamente contra la pared, tal y como Kwyna había previsto. En el tiempo necesario para esta maniobra, Kwyna había distribuido objetos en una circunferencia a tres metros de Cin Drallig. Kwyna lo empujó con la Fuerza, y Drallig afirmó los pies. Una conmoción se extendió en el aire alrededor de él, levantando polvo y arrastrando algunos objetos pequeños.

-¿Esto es... uhn... todo lo que tienes? -dijo con voz confiada.

- ¿Usted que piensa, maestro? - Una leve sonrisa apareció en su rostro.

Lanzó contra él la tercera parte de la circunferencia. Por un instante consideró lanzársela entera, pero al fin y al cabo golpearlo con unos cuantos objetos ligeros no iba a acabar la pelea, y esto no era otra cosa que una distracción.

Cin Drallig, con un soberbio juego de pies, giró hacia la derecha para parar algunos objetos con el sable de luz mientras esquivaba el resto.

Kwyna se lanzó hacia adelante, con el universo moviendose súbitamente a cámara lenta. Cin Drallig se giró hacia ella a una velocidad sorprendente (él también está utilizando la Fuerza, comprendió Kwyna), y Kwyna lanzó otra tercera parte de los objetos hacia la espalda del musculoso maestro.

Él lanzó sin mirar (y sin fallar) su sable contra los desechos, sin quitarle la vista de encima a Kwyna, y saltó contra ella. Lo estaba esperando. Lo llamaban el Troll, por lo mucho que (se decía) le gustaba golpear físicamente a sus oponentes. Su cuerpo, duro y musculoso, era de naturaleza lenta, pero él lo aceleraba con la Fuerza durante los combates. Kwyna bloqueó el brazo derecho de Drallig con su brazo izquierdo, saltó brevemente hacia atrás para evitar una feísima patada que iba dirigida hacia sus pechos y volvió a saltar hacia adelante.

Se enzarzaron en un velocísimo combate sin armas. El sable de luz amarillo parecía caer a cámara lenta detrás de Cin Drallig, mientras intercambiaban largas series de golpes. La potencia física y velocidad del maestro jedi eran considerables, pero nada cogía a Kwyna por sorpresa. Rió a carcajadas mientras veía venir todos los ataques y los paraba o esquivaba sin ningún problema.

Anakin frunció el ceño.

-Está disfrutando -dijo en tono desaprobatorio.

Por otra parte, ella no tenía una forma de desequilibrar la balanza a su favor en un combate músculo frente a músculo. Con un movimiento mitad baile, mitad estilo de sable de luz, giró para golpear levemente a Cin Drallig con el brazo izquierdo, y luego con todas sus fuerzas con el derecho.

Con el brazo cibernético, mucho más fuerte que uno normal. Él lo había olvidado y, aunque bloqueó el golpe, voló un par de metros hacia arriba y hacia detrás. Se recuperó en medio de la caída, y giró sobre su cabeza para acabar aterrizando sobre sus pies, mientras alargaba su mano hacia su sable de luz, ahora caído en el suelo.

Y Kwyna alargó la mano hacia su sable de luz, que colgaba del cinturón de Cin Drallig (ahora mismo, cabeza abajo), al mismo tiempo que lanzaba contra él el último tercio de la circunferencia metálica.

En la expresión de Drallig hubo un instante de horrorizada comprensión...

Cin Drallig detuvo los detritus con un empujón de Fuerza, mientras cogía su sable de luz y lo activaba nuevamente.

Kwyna sintió el satisfactorio sonido de la familiar empuñadura de su sable de luz cayendo en su mano. Lo activó, y la luz azul pareció darle la bienvenida.

-No, joder, no...-dijo Anakin- ¡No puedes enfrentarte al Maestro de Armas de la Orden!

Ide deseó que Kwyna le hubiera oído. Durante los siguientes minutos, hablaron.

-Por las malas, ¿eh? ¿Y qué te hace pensar que puedes conseguirlo por las malas? -dijo el maestro.

No quería pelear contra ella, se notaba. Había intentado intimidarla para que se entregara, pero no había tenido éxito. Ahora iba a intentarlo con una demostración física.

El musculoso humano comenzó a hacer girar su sable de luz, como en una exhibición. Muy lentamente, sin ningún error explotable, comenzó a cambiar de una Forma de Sable de Luz a otra. La sexta, la primera, la quinta y la cuarta, la segunda y la tercera, otra vez la primera, otra vez la quinta, otra vez la cuarta, otra vez la tercera... luego dio un paso hacia Kwyna. Sin dejar de mover el sable, dio otro paso hacia adelante. A pesar de su determinación de disfrutar, se sentía intimidada. No podía evitar ser muy consciente de lo incompleto de su entrenamiento.

Sentía miedo. Y el miedo impide utilizar apropiadamente la Fuerza.

Tomó la decisión de pelear contra Cin Drallig mientras intentaba abrir un hueco en el enrejado bajo ellos, para poder escapar.

Kwyna tensó sus músculos y rezó para que le saliera bien la jugada: "Que la Fuerza me acompañe.... por favor"

Le temblaban las piernas. Le lloraban los ojos. Sus brazos apenas podían sostener la espada láser.

Caminó en diagonal, calculando una trayectoria óptima hasta el encuentro, mientras mantenía la espada baja en una de las guardias poco ortodoxas de la Forma VII... una de las que no se utilizaban desde hace siglos. También permitía debilitar la estructura general del enrejado. Si se quedaba quieta no tendría tiempo de hacer un agujero, pero así... con un poco de suerte... podía ser que la propia pelea la acabara debilitando lo suficiente. Tuvo conciencia de lo poco adecuado del plan. Sentía que la Fuerza estaba intentando decirle algo... pero era incapaz de descubrir lo que era.

No tuvo más tiempo. Cin Drallig se volvió borroso, y Kwyna levantó su sable por instinto horizontalmente, por encima de la cabeza. Paró el ataque, pero la potencia y velocidad del golpe la dejaron sin aliento, y saltó hacia atrás sin preocuparse de saber de qué se estaba defendiendo. Una especie de borrón brillante amarillo ocupó el espacio que ella ocupaba una fracción de segundo antes.

"Ni siquiera lo veo moverse..." pensó Kwyna, horrorizada.

Él se detuvo donde ella había estado, y luego su contorno volvió a difuminarse de nuevo. Desapareció. Ella tocó el suelo, y no lo veía por ninguna parte. Lo que significaba que probablemente...

Se dejó caer sobre sus rodillas, mientras realizaba un movimiento protector por encima de su cabeza. No supo con claridad cómo, pero interceptó un golpe que le hubiera amputado el brazo izquierdo, y saltó hacia adelante para luego rodar por el suelo.Volvió a ponerse en guardia, mientras seguia buscando desesperadamente algo que pudiera darle ventaja.

No lo encontró. Cin Drallig estaba ahora en la posición propia de la Forma IV. La forma acrobática...

Esta vez no se difuminó. Desapareció. Kwyna saltó en vertical mientras giraba desesperadamente la espada en movimientos defensivos. Pero no llegó ningún ataque.

Cin Drallig se había movido deprisa, sólamente para hacerla saltar. Sonreía, muy satisfecho de sí mismo, pero no dijo nada. Con su mano libre gesticuló hacia Kwyna... y la hizo volar contra el techo.

El impacto fue brutal. Kwyna sintió romperse algunas costillas, y necesitó de toda su fuerza de voluntad para no soltar el sable. Cin Drallig mantenía la misma posición en su brazo, y Kwyna seguía pegada al techo.

Intentó abrirse a la Fuerza, para poder redirigir parte de la energía, pero seguía aterrorizada. A pesar de su mejor esfuerzo, el poder de Cin Drallig la seguía manteniendo sujeta.

-Ríndete, Dorruk -dijo Cin Drallig, sonriente-. O te voy a hacer daño de verdad.

-¿Usted se rendiría, Maestro? - Y sonrió intentando mostrar que no tenía miedo ni sentía dolor.

Drallig movió su brazo bruscamente hacia abajo. Kwyna lo vio venir, pero no pudo evitar golpear el suelo con el pecho y la cara. Durante un instante, todo se volvió negro, y luego sólo pudo ver fogonazos de colores, mientras su sentido del equilibrio le advertía de que algo iba mal.

A través del vínculo en la Fuerza, Ide y Anakin sintieron parte del dolor y el miedo de Kwyna.

Impactó de nuevo contra algo, no podía saber si era techo, suelo o pared. Se le cortó la respiración, y abrió mucho los ojos sin ver más que una mancha gris. Y volvió a volar de nuevo. Una parte de ella, al parecer la parte que intentaba salvarle la vida, pulsó el botón de desactivación del sable para evitar que se automutilara al intentar amortiguar el golpe con los brazos.

Justo a tiempo para el impacto. El brazo orgánico crujió. En condiciones normales, hubiera sabido inmediatamente si estaba roto, dislocado o fisurado, pero en estas circunstancias sólo supo que dolía.

Sintió que golpeaba algo con menos fuerza. Probablemente el suelo. Otra vez con la cara.

Anakin flaqueó. Estaba llorando. Se tumbó sollozando como un niño sobre la cama. Ide apretó mucho los dientes, gritando con sus pensamientos "ríndete, claudica, pídele que pare, por favor". Sin el apoyo de Anakin, la escena se volvió menos clara.

Le cogió la mano, y la apretó. Hubiera llorado también, pero cerró mucho los ojos, se intentó olvidar del nudo en la garganta, y se contuvo. Alguien tenía que ser el que cogiera la mano sin hundirse.

Tuvo la impresión de que Kwyna estaba aplastada bajo una montaña de dolor... y de repente, le llegó un pensamiento estremecedor, frio como el hielo.

Las emociones primarias no dificultan el uso de la Fuerza, salvo cuando se lucha contra ellas.

El miedo puede ayudar a usar la Fuerza de forma más efectiva. El dolor puede concentrar tu mente.

-No... -gimió Ide, alargando la vocal, que al final se ahogó. Sin poder evitarlo, dejó escapar una lágrima.

La Fuerza se arremolinó a su alrededor, podía sentirla como nunca antes. Una explosión partió del centro de su ser, arrastrando al jedi contra la pared opuesta.

Intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. Quizá podría moverlo con la Fuerza, como si fuera un objeto inerte...

Quizá podría levantar mi propio cuerpo telequinéticamente... pero no sé mover mi cuerpo así, nunca he sabido. Nunca lo he aprendido. Pero no me importa. No necesito saber.Sólo tengo que querer. Desear algo con todo tu ser hace que la Fuerza se manifieste a tu favor.

Lo deseo, con todo mi miedo, con todo mi dolor. Si no me levanto no sobreviviré.

El poder la invadió, con una facilidad que nunca había conocido. Se levantó a sí misma, como si fuera una especie de marioneta que ella misma movía desde su propio interior.

No fue una flexión de sus músculos la que hizo que el dedo pulgar de su mano apretara el botón de activación del sable de luz. Fue la Fuerza la que apretó el dedo contra el botón.

Su cuerpo estaba laxo, en posición de combate, sostenido únicamente por su voluntad. Parecía una especie de marioneta siniestra.

Cin Drallig la miraba con una expresión que había perdido todo rastro de impavidez. Pero no parecía asustado.

-No lo está -dijo Anakin, con la voz arrasada por las lágrimas- porque sabe que el Lado Oscuro no es más poderoso. Y ahora ya no está intentando devolver a un alumno extraviado. Se está enfrentando a un acólito oscuro.

No está asustado todavía. Pero sería justo que lo estuviera.

Kwyna contempló a Cin Drallig, mientras en su mente los insultos se sucedían como un torrente intraducible, y la rabia apareció en su interior.

Sintió como la rabia se unía a sus otros sentimientos, aumentando su poder, permitiéndole usar la Fuerza con una facilidad indescriptible. Haciéndola rápida otra vez. Dejó que la rabia aumentara, que creciera hasta alcanzar su límite...

...y se lanzó llena de rabia, dolor, miedo y confusión contra aquel que intentaba aniquilarla. En su cara se vió una sonrisa demente y un grito inundo la sala:

-¡¡Por la libertaad!!

Él volvió a difuminarse, pero esta vez ella lo vio venir y pudo detener su ataque. Seguía siendo rápido, el maldito. Y fuerte.

El sable azul y el amarillo giraban y chocaban, en pie de igualdad. Kwyna apenas estaba restringida por la gravedad, y en más de una ocasión cambió la dirección de un salto a mitad, o realizó acrobacias aparentemente imposibles. Sus pies apenas tocaban el suelo, y se apoyaba indistintamente en las paredes o el techo.

Y descubrió que estaba disfrutando. Al límite, en el filo de la vida y la muerte, pletórica de emociones que ya no tenía que reprimir, luchando contra alguien que se lo había ganado a pulso.

Pero no podía derrotarlo claramente. Era muy rápido, era muy hábil, era muy poderoso.

El jedi hizo un movimiento extraño. El sable de luz amarillo se introdujo en la periferia de su guardia. Kwyna movió los brazos y se desplazó hacia atrás para evitar la hoja...

Algo cayó al suelo. Algo metálico y pequeño. Una parte del sable de luz azul, que dejó de funcionar. Un latigazo de pánico sacudió las entrañas de Kwyna, haciéndola poderosa. El poder se concentró en sus manos, e instintivamente lo dejó ir hacia su enemigo.

Cin Drallig voló por los aires hasta la pared opuesta, contra la que chocó con los pies por delante. Flexionó las piernas para amortiguar el impacto, y extendió la mano libre hacia Kwyna, ejerciendo su propia potencia.

Ambos poderes chocaron a mitad de camino, con un sonido profundo y chirriante.

No puedo mantener este nivel de pánico. Sólo durante el primer momento... Mierda, mierda, estoy desarmada... No quiero morir, no quiero morir...

Kwyna se esforzaba con lágrimas en las mejillas, con la boca torcida en una mueca. Apenas sostenía su cuerpo maltrecho, toda su capacidad para usar la Fuerza se destinaba a luchar contra el poder del maestro jedi. Al no sostener su cuerpo adecuadamente, el dolor la atravesó, haciéndola más poderosa.

Pero el poder de Cin Drallig estaba venciendo, a pesar de todo. Le había quitado la sonrisa de la cara, le estaba costando todo lo que tenía, pero él estaba venciendo.

Lentamente el punto de colisión de ambos poderes se fue acercando a Kwyna...

...y entonces vio la expresión del jedi, de absoluta sorpresa. Kwyna no tuvo tiempo de reaccionar...

...antes de sentir unos relámpagos azules que la atravesaban por completo, abrasándola desde dentro, cortando su conexión a la Fuerza, haciéndola gritar durante un intervalo atemporal...

...todo se volvió blanco. Y luego, todo se volvió negro.

Anakin e Ide se miraron desconsolados. La conexión con Kwyna se había roto.

De los siguientes hechos de aquel día Ide sólo guardaría en lo que seguiría un recuerdo difuso. Recordaría a Plo Koon llevándolos a él y a Anakin a un lugar despejado, a hacer algo que Ide intuyó - no por recordarlo si no por el contexto - alojado entre la supervisión y la comprobación de que todo iría bien con ellos dos.

Recordó poco ajetreo. En el Templo estaban siendo prudentes. Recordó meditar, en lo que quedó de día, si es que al estado intranquilo al que consiguió llegar se le podía llamar meditación. Recordó abrazar a Anakin. Recordó acostarse, y dormir profundamente, pero no descansar.

Al día siguiente Ide tuvo una sensación extraña, como si todo lo que había pasado hubiera sucedido años atrás. Le quedaba una semana por delante antes de irse a Horuz. Con una determinación casi frívola, decidió que no tenía por qué cambiar sus planes.

Se volcó esa semana en Tu'Ala. No supo vislumbrar si por la responsabilidad de haberla encontrado, o como vía de escape de lo que había sucedido con Kwyna. Bajó todos los días, algunos varias veces, a intentar recuperar lo que quedaba de ella en el Lado Luminoso, si es que existía. Ella comenzó a escribirle mensajes cortos, comentándole intrascendencias, un par de veces al dia; pero en persona se limitaba a pedirle, una y otra vez, que se acostara con ella.

El dolor de la pérdida de Kwyna volvía, puntual y certero, de vez en cuando. Le consolaba en cierto modo pensar que así lo había decidido ella, y que, hasta cierto punto, él mismo había pensado alguna vez que les dejaría.

Pero ahora se había ido. Había desaparecido. Después de la pelea, sólo habían encontrado a Cin Drallig. Ni rastro de ella.

A veces, después de volver de ver a Tu'Ala, buscaba a Anakin, y se sentaba junto a él, unas veces conversando sobre algo banal para evitar el tema, otras veces sin decir nada. Pero ambos sentían el vacío que había dejado, aunque no lo dijeran.

Se había ido. Los había dejado. Había traicionado todo aquello en lo que los tres creían. El dolor se fue mitigando conforme pasaron los días y se esforzaron en dedicarse a otras cosas. Pero a Ide, la huída de la que había sido su Reina, no se le borraría nunca de la memoria.

<<Continúa en La Aprendiz I

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