Corre, Ide, Corre
Poco después de ser ordenado Caballero a su vuelta de Galmia, Ide Kanor es enviado por el Consejo a resolver la extraña desaparición de unos padawan del templo. Entre ellos, Arakosia, la niña sensible a la fuerza que Ide encontró en el santuario Sith en los abismos marítimos de Galmia. Los niños habían conseguido evadir la seguridad del templo y robar un aerodeslizador.
Tras equiparse y algún intento infructuoso de seguir el rastro de los chicos guiado por la Fuerza, Ide decide confiar en un piloto del Templo al servicio de los Caballeros Jedi y en la información del tráfico.
Siguiendo la pista del aerodeslizador, Ide llega a los suburbios de Coruscant. Lionel, su piloto, le deja frente a lo que parece ser un edificio de desguace y, tras enfrentarse a algunos esbirros, consigue que el que parecía ser el cabecilla le ponga tras la pista de Ziro el Hutt. En uno de los bares de Ziro Ide consigue entrevistarse con él, pero sin obtener más información que el hecho de que cualquier información le iba a costar mucho dinero.
Sin embargo, Ide nunca se hubiera imaginado que la suerte iba a estar tan de su parte cuando bajó al bar con las manos vacías.
Personajes:
- Ide Kanor
- Lionel Goran, miembro de los Exploradores Antareanos
- Ziro el Hutt
- Ooth Rasvaelar, diplomático del planeta Turkana.
- Gorgo el Hutt
- Los evadidos: Aayla Secura, Stam Reath, Naat Reath, Tu'Ala, Arakosia, Tallisibeth Enwandung-Esterhazy
La suerte del principiante
"Son curiosos los devenires de la fuerza", pensaba Ide al acordarse de repente que ya no era un padawan. Lo primero que había pensado cuando Yoda cortó su trenza de padawan fue en el trato que habían hecho con Gorgo unos tres años atrás Kwina, Anakin él. Y justo en su primera misión, cuando parecía que se había atascado en la negociación con Ziro el hutt, bajó al bar y se encontró nada menos que a Gorgo. Bebiendo en la barra. Eso sí que era suerte.
Habló con Gorgo un rato, y le contó cómo les había ido después de que se encontraran en Nar Sharia. Le habló de su misión actual y sus negociaciones, y, casualidades del destino, resulta que el hutt con el que había estado tratando era nada menos que... el primo de Gorgo.
Eso era lo que se conoce comúnmente como un día redondo.
Charla con Gorgo
Gorgo era pequeño para ser hutt. Apenas sobrepasa los tres metros. También era bastante joven, en términos hutt. Sólo tenía 70. Y también, como corresponde a su edad y peso, era bastante ligero. No llegaba a la tonelada. Y hablaba con un tono bastante amistoso, al menos con Ide.
- Sí, he visto a la gente que buscas - informó.
- ¿Hablaste tú con ellos?
- No, no he hablado personalmente con ellos. Ziro es el que ha hecho un trato con ellos. Según los estándares hutt, yo ni siquiera llego a adolescente.
- Quién lo diría - apuntó Ide mientras miraba de reojo su enorme cuerpo.
- Ja, ja. Es que somos de desarrollo lento. Ven, te llevaré hasta mi primo. Pero me deberás un favor.
- Ya sabía yo que algo me ibas a pedir - dijo Ide con una sonrisa.
- Uno pequeño. Luego te diré cual - añadió mientras se movía hacia la parte trasera de la barra. Ve por este pasillo. Entra aquí. Sube por este turboascensor oculto. Ya nos veremos por ahí.
Tras intercambiar los códigos de sus intercomunicadores personales - lo cual sorprendió gratamente a Ide -, Gorgo se alejó, e Ide subió por segunda vez a los aposentos de Ziro, esperando que esta fuera la negociación definitiva.
Lo primero cuando negocias con un hutt, es no perder
Todos los hutt son hermafroditas (algo en lo que la mayor parte de la galaxia prefiere no pensar), pero normalmente desarrollan una personalidad definida hacia uno de los dos géneros más comunes de la galaxia: masculino o femenino. Ziro el Hutt, en cambio, había elegido la ambigüedad. Hablaba el básico con un notable amaneramiento que, sin embargo, no alcanzaaba a disimular su manera típicamente hutt de negociar, que alterna promesas, alabanzas y amenazas veladas.
Parecía complacido al ver a Ide, un caballero jedi de edad indefinida y voz quemada, con una mirada profunda de ojos verdes (aquel día llovía) que revelaban una potente mezcla de inocencia y sabiduría. Un Jedi que ha venido a ver a Ziro el Hutt, honrado comerciante. Siempre cuesta horrores que un hutt admita que sabe algo, y ésta no fue una excepción. Seguramente debido a alguna costumbre paranoica relacionada con dispositivos de grabación, los hutt no suelen admitir conocimiento de nada de lo que pasa cerca de ellos, ni siquiera cuando ya lo han reconocido antes. Al final, expuso a Ide la razón de su hermetismo.
- Por supuesto, Ziro el Hutt habla con mucha gente, Ziro el Hutt cierra muchos tratos. Por eso debe mantener ciertas convenciones, algunas reglas... no puede ir por ahí revelando todas las cosas que habla, porque entonces habría... consecuencias. Consecuencias muy poco agradables.
Y lo segundo...
...era salir airoso. No iba mal. Por lo pronto Ziro ya había admitido (en su primera conversación) que había comprado el coche robado de Ooth Rasvaelar. Y había dicho que habían sido los Jedi. Y había dicho también que esa información valía mucho dinero.
Dinero que Ide obviamente no tenía. Lo del coche podía solucionarse más tarde. En el Templo seguro que alguien tenía alguna idea. El problema era que, a cambio de la información de por dónde habían ido los Jedi, seguro que Ziro le pedía alguna barbaridad.
- Está claro, quieres dinero a cambio de la información. Dinero que no tengo ahora mismo, pero que podría conseguir con tiempo. Tiempo que no tengo ahora mismo. Pero estoy seguro de que algo me podrás pedir a cambio. Un hutt siempre tiene cosas que pedir. Ahora bien, nada ilegal.
Ziro el Hutt parece enroscarse sobre sí mismo, mientras sonríe.
- Déjame que te hable de Zhur Garin. Zhur Garin se gana la vida introduciendo artículos ilegales en Coruscant.
Parece un poco incómodo, como si recordara de repente con quién está hablando. Cuando habla de nuevo, su voz es inexpresiva.
- A mi, particularmente no me parece mal. Algunas cosas, bueno, hay gente que las necesita. Pero desde hace un tiempo ha decidido que otra buena manera de ganar dinero es mediante el procedimiento de no pagar sus deudas.
Ahora sus ojos están entrecerrados, y ya no parece una babosa gigante. Ahora recuerda bastante a una serpiente.
- Sus deudas hacia mí. Me debe medio millón. Me dijo que había sido mala suerte, que había tenido que deshacerse de un cargamento, que luego lo asaltaron unos piratas... Sé que miente. Sé que se lo ha gastado en algo. En esto.
Toca un botón junto a su cabeza, y un holoproyector sale del techo al mismo tiempo que las luces se atenúan. Y esto es lo que proyecta.
- Ni sé lo que es, ni sé para qué lo quiere. Pero quiero que se lo quites para que yo pueda recuperar mi dinero.
A veces la vida le daba a uno sorpresas. Como por ejemplo, encontrarse tras la pista de un holocrón sith mientras busca a unos niños perdidos. Aunque las ideas aparecía a toda velocidad, Ide decidió empezar por lo más práctico: terminar lo que estaba haciendo. Y después, informar. A Obi-Wan. O a Yoda.
Ide trazó rápidamente un plan. Localizar a los niños. Avisar al templo de que los enviaría de vuelta en un transporte mientras terminaba el asunto del holocrón. Avisar a Obi-Wan del descubrimiento. Ir a por el holocrón. Volver a hablar con Ziro, decirle que un aparato así le iba a traer muchos problemas y convencerle de que es mejor que se lo llevara Ide a que se lo llevara un Jedi menos simpático.
- Está bien, Ziro. Acepto tu trato. Ahora, dime dónde fueron los niños.
- Pensé que ya lo habrías adivinado. Fueron a casa de Zhur Garin.
Tras preguntar la localización de la casa de Zhur Garin y despedirse de Ziro, Ide se apresuró hacia la calle. Antes de salir del local Ide se volvió a acercar a Gorgo, que había vuelto la barra para continuar con su dieta de pincho de gizka.
- ¿Es peligroso ese tal Zhur Garin?
La cara del hutt vuelvió a ser simpática, así como su tono de voz.
- ¿A tí también te ha mandado a por Zhur Garin? -engulló un nuevo pinchito, con gesto desenvuelto- No es que sea peligroso que se sepa. Ni formación de élite, ni trabajos de cazarecompensas, ni usuario de la Fuerza... Camarero, otra ronda para mí. ¿Tú quieres algo? Mi primo invita.
- Uhm, no, gracias. Se me ha quitado el hambre de repente con el tema este de Zhur Garin.
- Pues, la cosa es que, aunque no tenga ninguno de esos talentos, tiene otro que trae a Ziro de cabeza -dió un mordisquito-. Ninguno de los sicarios que ha mandado a por él ha regresado -su mirada se tornó traviesa-. No sabemos por qué. Pero -miró intensamente a Ide- tengo la impresión de que estás a punto de averiguarlo.
- Y volveré para contártelo. Debo marchar.
- Espera, antes de que te vayas -la expresión de su cara se tornó seria y respetuosa-. Necesito saber la respuesta a una pregunta. La pregunta está grabada en este cristal de memoria -que desliza en un bolsillo de la túnica- que tiene capacidad para grabar una respuesta. Grábala encima y dámela en cuanto puedas, por favor.
Otra costumbre rara de Gorgo. Que Ide supiera, era el único hutt que pidiera de vez en cuando las cosas por favor. O quizá sólo lo hacía con él.
Al final hasta terminaban siendo amigos.
Tras la pista de Zhur Garin
Ya fuera del local, Ide llamó a Lionel. Mientras llegaba, sacó el cristal que le había dado Gorgo y lo introdujo en su hololibro - el cual seguía estoicamente con vida tras los devenires de la aventura en Shadar 4.
En ese momento, Ide se dio cuenta de que aquella era una buena forma de conseguir privacidad. Entre el gentío nadie reparaba en él y en la pista de audio que se reproducía en el mismo umbral de lo perceptible... sin la Fuerza.
- Necesito saber si los Jedi entrenan hutt; y si es así, en qué circunstancias.
Ide no lo sabía. Era de esperar, hubiera sido demasiado fácil. Podría preguntarlo cuando llegara al Templo.
Ah, el Templo. Tenía que informar al Templo. Buscó un rincón apartado y llamó al comunicador de Obi Wan.
- ¿Maestro?
Aparecieron en el comunicador las figuras de Obi-Wan y de Ki-Adi-Mundi.
- Te escucho, Ide. ¿Va todo bien?
- Estoy tras la pista de los chicos desaparecidos. Al parecer han comerciado con el coche de Ooth Rasvaelar para escapar del planeta. Atando cabos he llegado hasta Ziro el hutt. Y me ha dicho... que están tras algún turbio asunto sith.
-¿Ziro el hutt te ha dicho que están tras un asunto sith? -dijo Obi-Wan, con expresión incrédula- ¿Y qué sabe Ziro sobre los sith? ¿Y cómo han podido llevar a cabo sus maquinaciones sith dentro del templo? ¿Estás seguro de eso?
Ki-Adi interrumpe a Obi-Wan.
-Tranquilidad. Los hutt son famosos por su capacidad para el engaño, y todo Coruscant sabe que entre los cargos presentados contra Palpatine se encuentra la acusación de ser un sith. Puede que le haya dicho al muchacho algo de lo que piensa que quiere oir.
- Sí, es posible -repuso Obi-Wan, ya con algo de calma recuperada-. En cualquier caso, puedo percibir que el tiempo es un factor importante. No pierdas demasiado tiempo en informarnos. Tus deberes como Caballero Jedi incluyen el ser capaz de decidir por tu cuenta.
- Voy a seguir tras ellos. Creo que hay un holocrón Sith involucrado en todo esto.
- Está bien. Iremos haciendo sitio en una estantería -dice Obi-wan mientras sonríe-. Intenta, en la medida de lo posible, recuperarlo entero, pero no te arriesgues -La expresión de Obi-Wan se vuelve solemne-. Y que la Fuerza te acompañe.
Justo a tiempo. El vehículo de Lionel desciende justo a la izquierda de Ide.
- Lionel, ¿sabes por dónde queda esto? - preguntó Ide, mostrándole la dirección que Ziro le había dado.
- Er... sí. Está en el sector industrial.
- Pues ahí es a donde vamos.
-¡Sí señor! -respondió animadamente.
Sin hacer nada espectacular, conduciendo con modales pausados y algunos rodeos que parecían carentes de sentido; pronto se evidenció que viajaban todo lo rápidamente que se puede viajar (sin infringir la ley) en un tráfico superpoblado como el de Coruscant. Aquí hay sabiduría, pensó Ide. Recordó las palabras del maestro Yoda, hace ya años: "En todas partes una lección hay, si descubrirla sabes."
A su vez, estas palabras le recordaron a Qui-Gon, cuando dijo en Shadar IV: "Fíjate en las formas de vida. Ellos están en armonía con su entorno. Fluyen con la Fuerza."
A pesar de que el viaje duró una buena media hora, a Ide se le hizo incluso demasiado corto.
El Caparazón de Garin
No era un edificio muy grande, para ser Coruscant. Unos quince metros de alto, unos setenta metros de profundidad, unos cincuenta metros de ancho. Sin ventanas, con una única puerta por la que podría entrar un carguero ligero, un poco justo. Todo el edificio parecía a punto de derrumbarse bajo el peso de su propio óxido, y daba la impresión de que la parte más sólida del mismo eran las pintadas que lo cubrían de arriba abajo. Entre ellas, destaca una más grande, escrita sobre el dintel en grandes letras básicas que relucen al blanco ultravioleta: "El Caparazón de Garin".
A Ide no le gustaban las fortalezas inescrutables. No por la parte de fortalezas, si no porque le gustaba entrar en los edificios por el procedimiento de llamar a la puerta, más que destruir la puerta para luego entrar.
Lionel descendió cautamente a unos treinta metros del Caparazón.
- Es parte del procedimiento estándar -explica con voz tranquila-. Por si hay algún tipo de trampa de proximidad.
La expresión de su cara pasó de la inexpresividad anterior a una especie de sonrisa socarrona.
- Aunque, si hubiera una trampa, lo presentirías, ¿no?
- Sí, pero sólo unos segundos antes de que nos matara, con lo cual no nos serviría de mucho - dijo Ide con un tono a medio camino entre el humor y la resignación.
A decir verdad, Ide todavía no se sentía muy seguro como caballero. En tan sólo un par de semanas su vida había pasado de tomar decisiones conjuntas con el amparo y apoyo de sus compañeros padawan, o bajo la tutela de sus dos sabios maestros, Qui-Gon y Obi-Wan, a encontrarse solo. O al menos, sólo con la Fuerza a su favor.
Bien pensado, no era poco tener la Fuerza contigo.
La expresión de Lionel se volvió de nuevo totalmente profesional.
- Bueno, lo que sea. Estaré aquí, con el vehículo listo para salir pitando. Y tendré el blaster a punto por si pasa... algo inesperado.
Ide se bajó del coche y escudriñó la zona. Necesitaría un plan. El maestro Obi-Wan hubiera trazado un plan. O a lo mejor debía sin más intentar entrar, y dejarse llevar por el camino al que la Fuerza le había traído.
Como primera aproximación, Ide se acercó a la puerta, y, haciendo uso de la Fuerza unificadora intentó buscar influencias del Lado Oscuro. Así sabría al menos si había alguien fuerte en el lado tenebroso de la Fuerza. Y si le descubrían... bueno, le iban a descubrir en cuanto pusiera un pie en el edificio.
En el instante en el que enfocó su voluntad, pasó por su mente, como un relámpago, un recuerdo fugaz. El maestro Yoda, hablando con él en el Templo, cuatro meses antes de la Misión a Nar Sharia.
Estaban sentados sobre cómodos pedestales cilíndricos acolchados, en una de las cámaras de meditación. Ide todavía se recordaba a sí mismo con once o doce años, preguntándole al maestro Yoda:
-Maestro, ¿cuál es la mejor forma de percibir el Lado Oscuro?
-Tener en cuenta debes, que el Lado Oscuro esquivo es. Difícil de percibir. Sembrar la duda y la desconfianza lejos de sí puede, y de igual manera entre las sombras esconderse. Mucho más a menudo, las emociones de los atraídos por el Lado Oscuro más fácilmente percibir podrás.
-Entonces... -contestó Ide, dubitativamente- ¿es mejor intentar percibir mediante la Fuerza viva las emociones...-la cara de Yoda, aunque bastante inexpresiva, parecía animar a Ide a seguir- de los usuarios del Lado Oscuro?
-Una regla fija con la Fuerza no hay -su sonrisa era la de un abuelo afectuoso. Sus ojos esmeralda parecían nutrirse directamente de la Fuerza-. Conocer sus usos debes, para a cada situación una respuesta dar. En mis palabras medita.
Ambos quedaron en silencio durante un breve intervalo de tiempo. Con voz mucho más segura, Ide repuso:
-El Lado Oscuro es difícil de percibir directamente, pero... -Yoda asintió con la cabeza, animándolo a continuar- ...pero los que lo usan, habitualmente están embargados por sentimientos como la ira o el odio. Así que detectar estos sentimientos puede ser más fácil que percibir el propio Lado Oscuro.
-En algunas circunstancias. En algunas ocasiones, ambas facetas de la Fuerza a la vez necesitarás usar... -arrojó un dulce al regazo de Ide- pero esas técnicas, cuando seas Caballero ya aprenderás.
Se incorporó y bajó de un salto de su pedestal.
-Ese día, todavía lejos está.
"No tanto, maestro... "
Se sumergió en la Fuerza. Sentir la Fuerza Unificadora seguía pareciendo la mejor opción.
Allí había algo. El Lado Oscuro de forma basta, sin pulir. Emociones crudamente canalizadas, como un instrumento tocando una sola nota sin parar. La voluntad de someter.
Inmediatamente llegó a un compromiso. No tenía un plan elaborado, pero al menos tenía por dónde empezar. Su misión era encontrar a los niños. Así que... preguntaría por los niños. Por Arakosia. Si había alguien en quien podía confiar, era en Arakosia. Y, mientras buscaba un timbre o algo parecido en lo que llamar, buscó a Arakosia en la Fuerza, para que supiera que Ide estaba allí.
Sí, en Arakosia podía confiar.
Arakosia estaba ocultándose una vez más en los entresijos de un lugar claustrofóbico, con una niña pelirroja de cinco años cogida de la mano.
-No tengas miedo -le dijo a la niña, con voz segura-. Ide está en camino.
La niña asintió con la cabeza.
Planta baja
Ide no sabía seguro si Arakosia le había sentido o no, pero ahora eso no importaba. Aporreó la puerta. De forma casi inmediata, una parte concreta de lo que parecía una sólida pared metálica se plegó hacia dentro con un suave silbido. Ide miró la entrada que tenía delante, con aire pensativo.
"Esto no es, para nada, tan primitivo como aparenta", pensó mientras observaba el pasillo alfombrado y bien iluminado que se abría frente a él.
Se abrió a la Fuerza, esperando obtener alguna pista que le permitiera orientarse.
Sintió emociones intensas, de sorpresa y dolor. Y muerte. A no mucha distancia de aquella puerta, había muerto gente.
Esto, pensó Ide, no es nada orientativo. Y recordó las palabras del maestro Qui-Gon: "No esperes que la Fuerza sea la respuesta a todos tus problemas."
-Pues ojalá lo fuera -susurró Ide, como esperando que la Fuerza le escuchara.
Se paró a pensar por un momento. Muerte, sorpresa, dolor, pasillo. Quizá había trampas de movimiento. Ide repasó mentalmente su recién adquirido equipamiento de caballero para encontrar algo grande y de poco valor. Finalmente, se quitó la capa, y con un ligero movimiento la lanzó hacia delante. Dirigida por la Fuerza, la capa trazó un suave vuelo a lo largo del pasillo. Ide echó la mano a su sable de luz, mientras observaba la capa avanzar.
Varias puertas cerradas, de plástico antiguo. Una esquina, teñida de dolor. La capa tuerce primero. Algo atraviesa la capa, clavándola contra la pared. Ide enarcó una ceja mientras extendía su percepción un par de metros. Un complejo mecanismo, parecido a un brazo metálico terminado en punta, estaba electrocutando la capa al tiempo que la atravesaba.
Ide esperó unos instantes, en los cuales comenzó a salir humo blanco de la capa. Cuando parecía que iba a comenzar a arder, el brazo se retiró. La capa cayó al suelo, sin arder después de todo. Con un movimiento sencillo de su mano, Ide volvió a levantarla. Y continuó explorando la zona.
En la media hora siguiente, Ide hizo saltar seis trampas mortales. Gas cianógeno (que simplemente no respiró), metal afilado disparado desde el techo (la capa iba a necesitar un buen remiendo), dos tipos distintos de blaster (y parches para las quemaduras), hilos monofilamento (el remiendo claramente iba a tener que ser extensivo), y una espectacular llamarada que casi lo dejó sin pestañas (vale, solucionado el problema del remiendo, habrá que pedir una capa nueva).
También descubrió que allí vivía gente. Humanos o casi, por el tipo de comida que había almacenada y por los minirobots de limpieza, claramente operativos y alerta.
Por último, descubrió una escotilla, rodeada por seis cadáveres humanos. Los minirobots de limpieza pitaban y zumbaban alrededor, sin saber qué hacer con ellos.
"Probablemente sean los últimos esbirros que Ziro mandó a cobrar su deuda", pensó Ide mientras se acercaba a la escotilla. Sintió la muerte y el dolor una vez más en su conexión con la Fuerza, y también sintió pena. "He estado en una guerra de tres años, y aun así no me acostumbro a la muerte". Súbitamente se acordó de Arakosia. Antes de resolver lo de la escotilla intentó de nuevo, sin muchas esperanzas, localizar su impronta en la Fuerza. Se preguntó si estaría escondida tras alguna de aquellas puertas de plástico.
Dividió mentalmente la planta en cuadrículas, calculando la superficie de cada cuarto que había visto. Apenas quedaba nada. Además, seguramente hubiera sentido la presencia de Arakosia si hubiera llegado a estar cerca de ella en algún momento. Estaba seguro, de forma más que razonable, de que Arakosia no estaba en esta planta.
"Seguro que está bien, es una chica fuerte", se dijo Ide como para consolarse. De regreso a la percepción sensorial, y se centró de nuevo en la escotilla.
Probó a abrirla.
La puerta tenía un interruptor de clave n-redundante. Y un botón de apertura bastante común. Pero pulsarlo no causaba ningún efecto, aparte de un ruidillo desagradable tipo "mec-mec", que es la forma de los mecanismos de decirte que no se piensan abrir de momento. Más o menos el equivalente de las máquinas a sacar la lengua.
Con visible frustración - frustración Jedi: comedida, pero frustración - Ide golpeó la escotilla, como esperando que alguien al otro lado le escuchara llamar y amablemente le abriera. Nadie respondió. Había dos posibilidades: nadie le escuchaba o nadie quería abrir. Ide intentó, como plan B, hacer uso de sus conocimientos de informática para intentar saltarse el sistema de seguridad. Además, siempre quedaba el plan C: abrir la escotilla por el poco educado pero efectivo método de atravesarla con su sable de luz.
Conectó su minipanel de datos (una de las escasas posesiones materiales que le había acompañado en su periplo por Shadar IV) a la entrada de datos y comenzó a trabajar. Pronto se hizo evidente que el que había diseñado y construido este sistema no lo había hacho a la ligera. Una estimación inicial, realizada desapasionadamente por el programa de desencriptación, indicaba que el tiempo medio necesario estimado para abrir esta puerta era de unos setecientos mil años. El maestro Obi Wan siempre decía que un jedi debe tener paciencia, pero esto parecía ligeramente excesivo.
A Ide se le habían agotado las vías diplomáticas. Agarró su sable láser, encendió la hoja naranja y se relajó, dejando que la Fuerza fluyera por él. Se centró en la puerta, se centró en su propio cuerpo y en el calor que en breve emitiría la puerta, al ser calentada por la energía del sable más allá del punto de fusión. Por supuesto, pensó Ide, no necesito fundir una zona muy grande... Preparado en la Fuerza, Ide clavó el sable en el metal.
"La última vez que intentamos abrir la puerta con un sable láser, Anakin perdió su sable de luz y sufrió quemaduras en las manos y los antebrazos"
Ide sonrió, totalmente en paz. La Fuerza cantaba con él, llenándolo de poder. No sabría decir cuánto tiempo le había llevado, pero bastante poco en cualquier caso. Abrió la escotilla con la Fuerza. El metal fundido caía sobre la escalerilla, al mismo tiempo enfriándose y calentándola. Abajo del todo, una alfombra lujosa ardía, prendida por el duracero incandescente.
El hogar de Garin
Ide se dejó caer, ignorando la escalerilla al rojo. Junto a él ardía la alfombra.
Por un momento, Ide pensó en seguir y dejar la alfombra arder, pero luego pensó en el resto de los muebles, que parecían bastante combustibles. Levantó ligeramente la alfombra con la fuerza, y la hizo una bola. El metal fundido que estaba provocando el incendio cayó al suelo de metal, y la bola apretada de tela ardió hasta consumirse. De ella sólo quedo un montoncito negro que echaba humo.
"No sé si a Garin le va a gustar esto", pensó Ide al ver el techo ligeramente chamuscado. Al tiempo, pensó que Garin tendría suerte si después de todo seguía teniendo cabeza.
Había dos pasillos, a la izquierda y a la derecha. No se percibía más muerte en ellos, exceptuando claro los cadáveres que había sobre su cabeza. Ni tampoco el Lado Oscuro, o al menos hasta donde Ide consiguió percibir. El Lado Oscuro siempre era escurridizo.
Ide echó a andar por el pasillo de la izquierda. Había puertas metálicas decoradas con buen gusto. Se paró ante una de ellas, y a los dos segundos se abrió. Apareció ante él lo que parecía ser una cocina común. Casi al momento, Ide escuchó dos pitidos cerca de donde había ardido la alfombra. Miró hacia allá, y vio como el sistema antiincendios dejaba caer una buena cantidad de espuma sobre el metal fundido. Y después, nada. De repente pensó que podría venir algún tipo de guardia a ver lo que había pasado, así que decidió entrar en la cocina, cerrar la puerta y esperar unos minutos.
Tras unos momentos en los que no sucedió nada, Ide decidió que o bien Garin ya sabía que estaba allí o no le importaba en absoluto que algún intruso estuviera destrozando su casa. En cualquier caso, se dispuso a salir de la cocina. Con el ligero contratiempo... de que la puerta no abría.
"Diablos", pensó.
En la cocina no había nada fuera de lo común, exceptuando los dos droides desconectados que Ide acababa de ver, pegados al techo y hechos una bola. Parecían droides de cocina. E Ide esperó que fueran droides de cocina, y que fueran del tipo de droides de cocina que no atacan con cuchillos afilados a los desconocidos.
- Droides, ¡en pie! - dijo Ide firmemente -. El maestro Garin tiene invitados, y me ha enviado para que os avise de que necesita un refrigerio. Preparadlo y llevadlo a sus aposentos. Yo os acompañaré.
- I-pi-biribi. Pi-piiit.
Ide no hablaba binario, pero supuso que había funcionado. En treinta segundos de rápida actividad los droides preparon una jarra grande de algo parecido a un batido de algo verdoso oscuro. Sirvieron ocho vasos, y uno de los droides sujetaba una bandeja mientras el otro se dirigió a la puerta. Pero la puerta no se abría. El droide pitó cómicamente, con un sonido que sugería primero irritación y luego tristeza. Otro droide se acercó, y golpeó la puerta un par de veces. Luego de eso se unió al pitido entristecido del primero. Los dos droides estaban flotando ante la puerta. Al parecer, ellos tampoco podían abrirla.
"Cielos. Este asunto de las puertas que no se abren empieza a ser recurrente" - se dijo Ide, que empezaba a estar harto de estar encerrado.
-Hum... ¿vosotros no sabréis el código para abrir la puerta?- inquirió Ide educadamente.
-Pu-Po-Po-Prtzz
Eso le sonó a Ide que no.
-Parece que la puerta se ha averiado. ¿No hay alguien a quien debáis llamar?
Pitaron animadamente. Parecía que sí.
Uno de ellos, el que llevaba la bandeja, extendió una antena. Luego silbó, o algo muy parecido. Cuando hubo acabado se quedó frente a la puerta, aún sosteniendo la bandeja. El otro preparó, en un santiamén, una especie de rollito de pasta, relleno de fruta.
Se acercó a Ide canturreando, mientras le ofrecía el rollito. En la medida en que Ide era capaz de determinarlo, parecía bastante animado.
Si Ide había aprendido algo en sus años como diplomático de guerra en Galmia, era que no había que comerse nada que te diera el enemigo.
-Oh, muchas gracias, pero ya he comido mucho hoy. Muy atento de tu parte - dijo Ide mientras sonreía y daba una suave palmadita al pequeño robot. Pero me lo llevaré y me lo comeré más tarde.
Ide se sentó en un taburete y se puso a pensar en melodías y armonías, como solía hacer de pequeño cuando esperaba algo. Sacó su flauta y empezó a tocar. Ahora que era un Jedi, irremediablemente asociaba la música y la Fuerza. Dejándose llevar por su música y sus pensamientos, se relajó, preparándose para lo que estaba por venir.
A bordo del Orgullo de Garin
Arakosia estaba sentada, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. La espalda erguida, los antebrazos reposando sobre los muslos, las palmas de las manos hacia arriba, sobre la mano derecha reposaba la empuñadura de un sable de luz.
Frente a ella, una niña de ocho años, pelirroja. Camina despacio, pensativa, el ceño fruncido.
Arakosia abrió los ojos.
-Ide está cerca -dijo, con voz emocionada.
-Eso sí que es casualidad -respondió sarcásticamente la niña-. Mandan a buscarte al único Caballero Jedi que te conoce. A mí me parece que estás viendo lo que deseabas ver.
Permanecieron las dos observándose en silencio. Arakosia parecía estar pensándolo seriamente. Luego habló con voz neutra.
-He escuchado música -y luego, dubitativa-. Su música. Lo he sentido cerca.
La niña resopló. Levantó una mano, con los dedos extendidos para contar.
-Estamos escondidas en una ratonera -sus dedos contaron: uno-. Stam controla todo el complejo desde el Corazón de Garin -dos-. Aayla se ha encerrado en el Ojo de Garin y no sabemos lo que demonios le pasa por la cabeza, pero pienso -hablaba cada vez más deprisa, pero controlada-, pienso que seguramente no nos va a gustar averiguarlo cuando salga -hubo algo que relampagueó por sus ojos durante un instante-, y Tu'Ala, por la Fuerza, has visto su cara...
Arakosia siguió mirándola con expresión serena. La niña se calmó poco a poco, hasta que las dos parecían esculpidas en piedra. Transcurrió un intervalo intemporal, y luego Arakosia habló.
-Ide está cerca.
-Eso espero. Ojalá hubiéramos podido llevarnos a Naat.
Transcurrieron dos segundos de silencio. Luego, suspiraron a la vez.
La Cocina
Ide alzó la cabeza. Se levantó con parsimonia. Guardó su flauta. Hizo estiramientos. Respiró hondo. Desenganchó el sable de su cinto y lo sostuvo en su mano derecha. Volvió a respirar hondo. Abrió los ojos dos segundos antes de que se abriera la puerta.
La presencia al otro lado era abrumadora. Había ira, crudamente canalizada y mezclada con miedo. Y poder bruto.
La puerta se abrió, dejando ver una silueta de adolescente con ojos amarillos enloquecidos. La cara estaba contorsionada en una sonrisa pavorosa. En la mano un sable de luz que ardía con luz verde.
-Hola, jedi -dijo, marcando todas las sílabas- ¿Has venido para obligarme a volver?
Ide ni siquiera respondió. Invocó a la Fuerza para empujar al niño contra la pared de enfrente. Instantáneamente, como si lo hubiera estado esperando, Stam contraatacó con una explosión de poder que golpeó indiscriminadamente todo lo que tenía alrededor. Las paredes se arrugaron, la alfombra se separó del suelo bajo sus pies, los droides chocaron contra la pared opuesta a la puerta de la cocina. Ide voló con ellos, pero giró sobre sí mismo en un doble salto mortal y medio con tirabuzón, de forma que sus pies fueron lo primero que tocó la pared y sus rodillas se flexionaron anulando el impacto.
La explosión terminó, tan abruptamente como había comenzado. Ide permaneció un segundo contra la pared ligeramente incurvada, todavía sostenido por la Fuerza.
-Sí -dijo Ide impasible.
Activó su sable de luz naranja y saltó hacia él. Stam hizo lo mismo, y los sables chocaron en medio de la cocina. Stam lanzó varios ataques rápidos y furiosos, que Ide paró sin problema; y luego intentó barrer los pies de Ide con una rápida patada baja circular.
Ide saltó justo por encima de la pierna, y al mismo tiempo sus brazos lanzaron el sable de luz en una trayectoria oblicua contra el brazo de Stam.
A duras penas consiguió pararlo, y el potente impacto hizo que cayera sobre su lado derecho. Rodó sobre sí mismo, exudando miedo y odio, pero ahora más miedo. Usó la Fuerza para rodar más lejos y para levantarse más rápido, y se incorporó con la espalda contra la pared y el sable de luz apuntando hacia Ide, como para mantenerlo alejado. Su cara era de absoluto terror.
-Siento mucho miedo en ti -dijo Ide pausadamente, mientras apagaba el sable de luz. Miedo y odio... El Lado Oscuro es más fácil y más seductor, pero no más poderoso. ¿De verdad esto es lo que quieres en tu vida, Stam Reath?
La cara del chico comenzó a contorsionarse, agitada por un gran conflicto interno. Sus ojos se nublaron, y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. No había ni rastro de autocontrol en su mente, y las emociones contradictorias no hacían más que crecer en intensidad. La mano del sable temblaba.
-El miedo te acaba destruyendo, Stam. Lo he visto antes, y lo estoy viendo en ti. Tienes poder, también lo he visto. Llegarás a ser fuerte en la Fuerza. No necesitas el Lado Oscuro. No necesitas llenar de miedo toda tu existencia.
Stam comenzó a jadear pesadamente, intentando contener las lágrimas. La hoja del sable fue descendiendo lentamente hasta que estuvo a punto de tocar el suelo.
-Deja el sable y ven conmigo.
Apagó el sable. Lo dejó caer, como si pesara demasiado para él. Se quedó mirándolo inexpresivamente.
Ide dió un paso hacia él. Luego se detuvo. Algo iba mal. Stam había levantado los brazos y lo miraba con los rasgos desencajados. Un relámpago surgió de sus dedos, para ser detenido por el sable de luz naranja.
-¡No-! -se interrumpió, con una mueca de dolor- ¡No te llevarás... -jadeó, la electricidad también recorría sus brazos hasta los hombros- ...a mi hermano!
Ide mantenía el sable de luz horizontal a la altura de los hombros, deteniendo por completo el mortífero rayo. Su sorprendente potencia movía inexorablemente al Caballero hacia atrás sobre el suelo de la cocina. Stam, golpeado por parte de la misma potencia que estaba desencadenando, se mantuvo gritando de pie contra la pared, sin ceder ante su propio dolor hasta que la electricidad lo cubrió por completo. Entonces aulló horriblemente durante unos segundos, mientras el poder se descontrolaba dentro de su cuerpo.
Se derrumbó. Ide corrió y se arrodilló ante él, buscando signos vitales. Apenas los había. Intentó buscar daños en Stam mediante la Fuerza. Ide no era un sanador Jedi ni mucho menos, pero decidió actuar. Entre dejar a Stam morir e intentar una maniobra desesperada, optó por la segunda.
Cerró los ojos y se centró en la Fuerza Viva procedente de Stam. Temblaba, como una vela a punto de apagarse. La electricidad había parado su corazón.
Abrió los ojos e inspiró hondo. Visualizó mediante la Fuerza el corazón parado de Stam. La Fuerza Viva lo conecta todo... y ese corazón todavía está vivo. Y puede latir.
-Late -murmuró Ide.
El corazón latió.
Ide se levantó. De repente se dio cuenta de que su plan para salir de la cocina había resultado ser efectivo. Decir que la puerta de la cocina estaba desbloqueada era una parca descripción del escenario, pues más que desbloqueada estaba destruida. Tan destruida como parte del mobiliario de la cocina, y las alfombras y objetos del pasillo que alguna vez habían estado junto a la puerta. Se acercó a Stam y no sin dificultades lo arrastró fuera. Ide no era precisamente una persona fuerte, pero no quería perder de vista a Stam mientras seguía inspeccionando el lugar.
Cuando dejó a Stam apoyado contra una de las columnas Ide evocó la escena de los robots en la cocina, antes de la pelea con el muchacho. Habían servido ocho vasos cuando Ide les dijo que Garin tenía invitados. Los androides debieron contar a Aayla, Stam, Naat, Tu'Ala, Arakosia, Tallisibeth, al propio Ide y...
Así que Garin estaba allí, en algún sitio.
Ide miró a un lado y a otro, como si Garin fuera a aparecer al acordarse Ide de él. Tenía que encontrar a Arakosia, donde quiera que estuviera. Empezaba a estar un poco harto de tanta trampa y tanto laberinto, y quería saber qué diablos era ese sitio y qué estaba pasando allí. Y por encima de todo, quería saber por qué Stam Reath usaba técnicas Sith.
Cerró los ojos y buscó en la Fuerza.
De vuelta en el pasillo
Ide abrió los ojos. Tenía una intuición clara. Caminó durante un minuto y luego abrió una puerta.
Un droide humanoide lo observaba. Ide no reconocía el modelo en absoluto, pero la forma humanoide es típica en los droides de protocolo. Seguramente algún tipo de mayordomo.
-¿El señor desea alguna cosa?
Ide sonrió.
-Tengo algunas preguntas... Verás... esto, ¿cuál es tu nombre?
-Mi número de serie es TF-43. El señor Garin me ha apodado Tiff. Mis atribuciones incluyen el cuidado y mantenimiento de todo el complejo conocido como el Caparazón de Garin, así como tratar adecuadamente a los posibles visitantes. A este respecto, considero mi deber advertirle de que poseo algunas modificaciones hechas con el objeto de poder defender el Caparazón de sintientes hostiles.
-Bien, Tiff. He venido a ver al señor Garin, y a los chicos que están con él. Creo que estaban teniendo algún problema, los pobres. Antes de nada, ¿tenéis enfermería? Uno de los chicos se ha desmayado y necesitaría descansar. Si fueras tan amable de acompañarme a recogerlo, se ha quedado en el pasillo.
-El Caparazón de Garin incluye varias instalaciones médicas, y estaré encantado de poder ayudar a un sintiente en apuros. -Tiff hizo una señal a Ide, salió de la habitación y empezó a andar por el pasillo-. Habitualmente hubiera detectado dicha condición en el mismo momento de producirse, pero me temo que las últimas órdenes de mi amo incluyen lo que él llama "modo intimidad", de forma que no estaba conectado con el sistema de vigilancia.
-Por cierto, ¿sabes dónde puedo encontrar a los demás chicos y al señor Garin? Es la primera vez que vengo a su casa y ando un poco desorientado.
-Me temo que sólo puedo tener una idea aproximada. -El droide miró hacia la pared, como si estuviera rememorando algo. Luego habló con voz inexpresiva-. Los últimos datos recogidos indican que el señor Garin se encuentra en el Corazón de Garin, junto con todos los visitantes a excepción de la señorita Arakosia y la señorita Enwandung-Esterhazy, que salieron a explorar el Caparazón, y de la señorita Secura, que está en el Ojo de Garin -Tiff hizo una pequeña pausa-. ¿Desea el señor que lo acompañe a alguna parte? -dijo animadamente.
-Ahora que lo mencionas, me gustaría ir a ver a la señorita Secura. Cuando recojamos a Stam quisiera ir al Ojo de Garin.
Tiff, el mayordomo
Con un guía todo parecía más fácil. El Caparazón ya no parecía para nada laberíntico, sino más bien una especie de casa antigua y grande, un poco liosa pero acogedora.
-¡Oh, en el nombre del Hacedor! ¡Uno de los jóvenes invitados del amo, herido! ¡Qué pensarán de nuestra hospitalidad!
-Sufrió un shock mientras estaba con él. Conseguí estabilizarlo, pero sigue inconsciente. Si fueras an amable de llevarlo a la enfermería como me dijiste, te lo agradecería.
-Por supuesto, amo. Hay una instalación médica muy cerca de aquí.
Tiff lo cogió en brazos sin esfuerzo, Ide y él caminaron por los pasillos alfombrados, que invitaban a descalzarse. Stam, de hecho, iba descalzo; pero Ide no pudo precisar si ya lo estaba cuando lo vio en la puerta de la cocina. Quizá había perdido su calzado durante la pelea.
-Por cierto, Tiff, ¿suelen venir los chicos mucho a ver al señor Garin?-inquirió educacamente Ide.
-Señor, me temo que ninguno de ellos ha estado en este lugar con anterioridad al día de ayer.
-Comprendo. Y supongo que vienen a entrenar con él, ¿me equivoco?
-No sé qué podrían entrenar con él, señor. El señor Garin es un mercader y piloto, sin ninguna habilidad sobrenatural; mientras que los visitantes son, a todas luces, jedi en diversos estadíos de su entrenamiento.
-Ajá.
Una de las puertas se abrió justo a tiempo para que Tiff no tuviera que detenerse en ningún momento. En su interior había un droide médico conectado a un ordenador médico y a un autoquirófano. El droide pitó media docena de veces, alarmado. Media docena de brazos metálicos se desplegaron desde las paredes y colocaron delicadamente a Stam en la camilla. Otros diez brazos metálicos se desplegaron desde el techo hacia él. La puerta de la instalación médica se cerró.
Tanto Ide como Tiff parecían mucho más tranquilos.
-Puede estar tranquilo, señor. B-7RT es un droide muy avanzado y actualizado con hasta el último dato de la ciencia médica.
Hubo un momento en que las alfombras cambiaron de color. Ide observó que había una discontinuidad casi inapreciable en las paredes, techo y suelo.
-Estamos entrando en el Ojo de Garin.
-Gracias, Tiff. Quisiera hablar a solas con la señorita Secura. Te agradecería que nos dejaras cuando lleguemos a donde ella esté.
-Por supuesto, señor. No querría incomodarle. Oh, ya hemos llegado a nuestro destino. Permítame...
La puerta doble, de metal oscuro de aspecto vagamente militar, no se movió.
-Caramba. Esto es extraño. La puerta parece haber sido bloqueada desde dentro mediante algún medio físico que no puedo identificar.
Ide se acercó a la puerta, y, utilizando la Fuerza, intentó percibir qué era lo que obstruía la puerta. Fue como aguzar el oído en una habitación insonorizada. Improductivo y algo intranquilizador. Sin saber por qué, se sintió ligeramente confuso.
-Tiff, ¿hay algún modo de comunicar con el Ojo de Garín?
-Sí, señor. Desde cualquiera de las múltiples consolas de pared se puede comunicar con cualquier parte del Caparazón. Allí mismo -hizo un ademán hacia un artefacto a un par de metros- tiene la consola de pared más cercana.
Ide se acercó al terminal e intentó comunicar con el Ojo de Garin. Tiff lo acompañó y se conectó a un lateral, con lo que el terminal se iluminó. La pantalla táctil mostraba tres botones: Video, Audio y Comunicar. Unas letras azuladas en la parte superior decían: Elija la opción deseada.
Ide marcó audioconferencia. Luego pulsó Comunicar. A los pocos segundos, la pantalla se iluminó en rojo. Del terminal surgió la voz de Aayla Secura.
El dilema de Aayla
-Quién eres y qué quieres - sonó la voz de Aayla por el comunicador.
Ide intentó, con la ayuda de la Fuerza, ver en el interior de la habitación. El resultado fue tan frustrante como pegar al oído a una habitación e la que está en el más absoluto de los silencios.
-Aayla, soy Ide Kanor. He venido del Templo para ayudaros a ti y a los niños. Ya hay algún herido. Algo raro está pasando en este sitio.
-No necesito ninguna ayuda - dijo notablemente irritada -. ¿Has venido a llevarme de vuelta al templo? ¿Para que así puedan seguir modificando mi memoria y hacerme creer que soy una Jedi? ¡Estás loco si piensas que voy a dejarte hacerlo!
-Aayla, escúchame. No sé qué es lo que te está pasando, pero el Lado Oscuro te está consumiendo. Tuviste un encuentro hace tiempo con un señor Sith, pero tu maestro te trajo de vuelta al Templo. Eres una Jedi, una gran Jedi.
Hubo una pausa, como si Aayla estuviera fraguando lo que Ide había dicho. Luego Aayla respondió.
-Los Jedi sólo estudian el Lado Luminoso, pero los Sith estudian la Fuerza en su conjunto.
-Aayla, Lado Oscuro no lleva a ningún sitio excepto a la destrucción. Yo lo he vivido por mí mismo. Y si no me crees, puedes verlo.
Ide abrió el canal de vídeo. Al momento Aayla vio en su terminal la cara desfigurada de Ide, con todas las heridas causadas por el atentado de Shadar 4. Y encontró, debajo de todas las heridas, la cara del joven Jedi, la mirada firme y tranquila que parecía decir la verdad.
Tras unos segundos de silencio, la puerta se abrió.
-Tiff, me gustaría que me dejaras a solas con la Señorita Secura.
Cuando Tiff se hubo ido, Ide se adentró en el Ojo de Garin.
En el Ojo de Garin no había luz. Había además un vacío en la Fuerza, la misma ceguera que Ide había sentido antes de entrar en la habitación. Se adentró, despacio, hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad.
La puerta se cerró.
Por un instante Ide quiso retroceder. Pero en lugar de eso se mantuvo firme, mirando hacia donde estaba lo que él suponía era Aayla. Se sentó en pose de meditación, y se relajó.
-Así que has venido a ayudarme - dijo ella. Desenfundó sus sables láser y los encendió haciendo una maniobra más artística que ofensiva, pero Ide no se movió.
-A ti y a los niños.
-No recuerdo a ningún niño - dijio Aayla, algo confusa.
Algo le dijo a Ide que a Ayla no le importaban mucho los niños ni su estado, y que tenía otros problemas más importantes. Aayla había caído en las garras del Lado Oscuro cuando estaba a punto de hacer sus pruebas de Caballero, y eso era lo que la atormentaba ahora.
-Yo... ¿era una Jedi?
Ide inspiró profundamente y abrió su mente a la Fuerza, consciente de que Aayla sabría percibir la paz que emitía, incluso en el vacío que Ide intuía ella había generado.
-Hasta donde sé, un señor Sith te tomó como aprendiz en un planeta remoto. Parece que te confundió para que creyeras que siempre habías sido su aprendiz. Pero tu verdadero maestro, el Maestro Vos, te rescató y te llevó de vuelta al Templo.
Ide sabía que Aayla había iniciado una terapia telepática con el maestro Plo Koon. Al ser Aayla una Twilek, parte de su memoria se encontraba duplicada en sus lekkus, lo cual había permitido en parte la restauración de su memoria. Sin embargo, ahora no parecía estar segura de cuál era su verdadera inentidad.
-Yo... luché contra mi Maestro... Quinlan Vos... pero él venía a rescatarme... ¡Conoces a Yoda! ¡Y al maestro Qui-Gon!
Aayla había visto mucho más allá en la mente de Ide. Apago sus sables y se sentó frente a él.
-Yo fui el padawan del maestro Qui-Gon y del maestro Obi-Wan.
-¡Les recuerdo! Recuerdo una vez, cuando era pequeña, en la que hablé con el Maestro Qui-Gon. Era un hombre muy sabio.
Al ver que sus recuerdos de Qui-Gon ayudanba a Ayla, se puso a repasar su historia, en el Templo y en Shadar 4.
-¿Y quiénes son esos que brillan tanto en ti?
-Ellos son... bueno... mis compañeros. Kwyna y Anakin. Nos quedamos encerrados en Shadar 4, y estuvimos allí tres años.
-Te quedaste sin tus maestros -le interrumpió ella-. Y te hirieron. mucho. Lo veo.
-Aayla, he venido aquí para ayudarte y llevaros de vuelta a ti y a los niños. Sé que no los recuerdas, pero algo raro está pasando en este sitio y tengo que hacer algo antes de que pase algo grave.
-Recuerdo... unos niños. Ellos me... me pidieron ayuda. -Parecía que tenía que escarbar para emitir cada palabra-. Yo saboteé la máscara del Maestro Plo Koon... para... que pudiéramos escapar.
-Eso ahora no importa. Lo importante es que recuerdes que eres una Jedi. Todo se arreglará cuando volvamos al Templo.
Aayla se levantó y encendió de nuevo sus sables de luz, como si el rastro de luz de las maniobras gráciles que ejecutó con sus sables azul y verde le fueran a confirmar lo que Ide le había dicho.
-He de salir a buscar al resto de los niños -dijo Ide mientras se incorporaba. ¿Crees que estarás bien aquí?
-Este sitio tiene la tranquilidad que necesito. Esperaré a que vuelvas.
Ide se acercó a la puerta, que se abrió al instante. Había sido Aayla la que la había mantenido cerrada con la Fuerza. Caminó hacia el pasillo. No tuvo que mirar atrás: supo, incluso cuando la puerta se hubo cerrado, que Aayla estaba ejecutando maniobras de combate mientras meditaba, y que estaría bien hasta que él regresara.
Al Corazón de Garin
El Señor Garin
Cuando Garin se hubo reanimado, Ide estaba hablando aún con Naat. Garin se tocaba la cabeza mientras se incorporó, algo conmocionado. Miró a Ide unos segundos, y luego miró a su alrededor, y luego volvió a mirar a Ide, como buscando una explicación para la aparente tranquilidad.
-El Señor Garin, supongo. Soy Ide Kanor. Siento los destrozos de su casa... ¿Le importa si me llevo a los niños?
Garin puso cara de entender a qué había venido Ide, y que de alguna forma - algo destructiva para con su casa - había conseguido reducir a los niños. Sin embargo, no parecía estar enfadado, si acaso, y hasta cierto punto, agradecido.
-Por mi bien te los puedes comer con papas. Espero que haya un castigo bien grande por esto. Si no fueran Jedi... La cárcel, las minas de especia o un reformatorio, eso es lo que se merecen - dijo mientras observaba la puerta destrozada.
-El Consejo tendrá en cuenta las molestias que han ocasionado. Recibirán el reeducativo apropiado cuando lleguen al templo. Han estado jugando con el Lado Oscuro, y eso no es ningún juego. Hablando del Lado Oscuro... ¿puedo preguntarle para qué quería usted el holocrón Sith?
Garin miró al bolsillo del cinturón de Ide. Éste obvió mencionar que el holocrón estaba confiscado por la Orden Jedi. Dadas las circunstancias, a Garin no pareció importarle. O al menos prefirió no pensar mucho en ello.
-No sé nada de lado oscuro ni de sith -por cómo pronunció las palabras, Ide pudo decir que era la primera vez que las oía en su vida-. Un tipo me dijo que los holocrones tienen dentro maestros, y que los pude usar cualquiera, con tal de que tenga la fuerza esa. Mi hijo la tiene. Y quería un maestro de bolsillo.
De repente gran parte del misterio se había resuelto. Garin no tenía ninguna relación del Lado Oscuro, exceptuando la parte en la que los niños se habían infiltrado en su casa y habían empezado a usar el holocrón. Sólo era un comerciante con dinero, contactos y un hijo sensible a la Fuerza. Por un momento Ide se sorprendió, y pensó en llevar al Templo un niño más de lo que estaba previsto. Parecía que Garin se fiaba de él. Era posible que le entregara a su hijo. Pero antes incluso de que Ide pudiera abrir la boca para mostrar sorpresa, y como si hubiera sabido lo que estaba pensando, Garin siguió hablando.
-No pienso entregar a mi hijo a los Jedi, ni a ninguna otra orden religiosa que lo separe de mí. No me fío de ellos.
'Está claro que nada es fácil en este sitio', se resignó mentalmente Ide.
-Bueno, debe saber que hay que tener cuidado con estos maestros de bolsillo. Este en concreto enseña técnicas muy destructivas basadas en el odio, y ya ha podido comprobar los efectos que causa en los niños. No me extrañaría que, tras adiestrar a su hijo con este aparato, acabara matándole a usted y a todo lo que se interpusiera en su camino.
-No, mi hijo nunca haría eso.
-El futuro es difícil de ver -dijo Ide parafraseando a Yoda-. También pensé que la gente con la que negociaba iban a querer matarme, y mire cómo quedé después del atentado.
Hubo unos segundos de silencio. Ide había superado la Prueba de la Carne, lo que le hacía un Caballero de pleno derecho. Pero el dolor físico, y la agonía paralela que sufrieron Kwyna y Anakin era difícil de olvidar.
-Entiendo que tenga sus reticencias respecto de las órdenes de la Fuerza. Pero la fuerza es un instrumento que puede ser muy bueno o muy malo a la vez. Piense en la Fuerza como un arma. ¿Le entregaría usted a su hijo un bláster y lo dejaría con un holocrón para que aprendiera a convertirse en un soldado?
-Señor, permítame apuntar -interrumpió Tiff- que precisamente el amo Garin llevó a su hijo a Despayre para...
-Eso no le interesará a nuestro invitado, Tiff -atajó Garin, cortante. Se volvió de nuevo a Ide-. No le daría un arma. Pero podría vigilarlo yo... -dudaba-. Y luego podría... Sólo me hacía falta un profesor de fuerza pal niño. Lo demás ya lo hago yo.
Ide no pudo dejar de notar que Garin había cortado a Tiff después de que mencionara Despayre.
-¿Y qué hará cuando su hijo sea más poderoso que usted, y que el profesor de bolsillo?
-Al final eso acaba pasando con todos los niños.
-Su hijo tiene un don muy especial, no le prive de un desarrollo pleno. Los holocrones...
Ide se interrumpió, porque entonces lo supo. Era una conexión inusual con la Fuerza, la que Ide había encontrado (o había desarrollado, no lo tenía muy claro) durante su estandia en Shadar IV. No era como ver el futuro, era más como intuir lo que te vas a encontrar por el camino de la izquierda y el camino de la derecha. En un instante que la Fuerza congeló para él, vio las líneas que brotaban de la situación actual de la improvisada negociación. También vio claramente lo que bloqueaba unas y otras.
Garin tenía miedo de que los Jedi se llevaran a su hijo y no volverlo a ver. Su miedo era tan grande que, con tal de no perderlo, prefería que no desarrollara ningún poder de la Fuerza.
Hubo un momento de silencio. Naat se sentó en el suelo, aburrido. Ide analizó sus opciones rápidamente. No eran muchas.
-Algo me dice, señor Garin, que tiene usted miedo a perder a su hijo. Si el niño entra en el templo Jedi, no puedo garantizarle que lo vuelva a ver. Se convertirá, seguro, en alguien poderoso en la Fuerza, que podrá luchar y defender a la República, y en última instancia, al bien común. -Ide cayó entonces en que estaba hablando con un contrabandista. El discurso se mimetizó automáticamente en su cabeza-. Los jedi defienden las causas justas y a los indefensos, pero a costa de perder a su familia y su vida anterior. Yo mismo perdí a mi madre, y hace ya cuatro años que no la veo. Quizá, si mi madre se hubiera negado a dejarme, yo no estaría aquí ahora, y puede que usted estuviera muerto.
Quizá los contrabandistas no tuvieran honor, pero sabían agradecer cuando les salvabas de algún problema.
-Sin embargo, es su decisión -siguió Ide-. Este es mi comunicador personal, por si cambia usted de opinión y quiere contactar conmigo. En cualquier caso, siempre puede usted acudir al Templo.
Garin se quedó mirando el número, grabado en su datapad. Ide no había logrado convencerlo, pero al menos parecía algo emocionado.
-Si no fuera mucho pedir, necesitaría que sus droides me ayudaran a llevar a los niños al transporte que me espera en la puerta de su casa.
-P-p-por supuesto, no faltaría más.
-He de partir, entonces. Supongo que no se quedará mucho tiempo usted en Coruscant, después de sus problemas con Ziro.
Garin no respondió. Ide sabía que Ziro querría matarlo. Cogió a Naat de la mano y se dirigió hacia la puerta. Que Garin muriera a manos de la mafia hutt no era su problema. Pero cuando estaba cerca del marco... se volvió.
Al fin y al cabo, si él pudiera llevarle el holocrón a Ziro, era posible que la ira del hutt no cayera sobre él de forma tan contundente. Él mismo había dicho que los Jedi protegen a los indefensos. Ide no tenía claro si los contrabandistas formaban parte de ese conjunto, pero intuía que los contrabandistas técnicamente muertos sí.
-Por cierto... Sin ánimo de ser entrometido, ¿por qué tiene a su hijo en Despayre? Tenía entendido que era una cárcel para reclusos de la República.
Por un momento Garin recobró la compostura.
-No está allí como interno. La colonia penal se controla desde Haroon, la luna de Despayre. Allí está el personal de la prisión, y tienen escuelas, guarderías y todo tipo de cosas. Es una colonia en toda regla, muy tranquila. Mucho mejor que Coruscant para que se críe un chaval, si me entiende.
'Este, en el fondo, es un hombre sencillo', pensó Ide. Un hombre sencillo que acababa de darle la localización de su hijo. Podía imaginarse que Garin esperaba que la Orden fuera a la luna buscando a un niño que moviera cosas sin tocarlas.
-Entiendo. He... de informar a Ziro, en cierto modo estoy en deuda con él. Le diré que escapó usted, que ni siquiera le vi partir, y que no sé dónde huyó.
-No sabía que los Jedi mentían -dijo Garin algo estupefacto.
-Ni yo -respondió Ide-. Aunque técnicamente tampoco es una mentira.
-Cierto... ahora que lo pienso... Escaparé, no me verá partir, y no sabrá hacia donde he escapado -repitió él, como dándole más peso a la verdad-. Esto... Es impresionante...
-Supongo que Ziro querrá quedarse con los restos de su casa a modo de pago.
-No hay casa. Lo único que es de verdad es lo que está por encima del suelo, y se hundirá cuando saque el resto del Caparazón. -Pensó por un momento en su deuda con Ziro, como intentando buscar una forma de evitar su sentencia de muerte-. Uhm.. pero por mi vale, dígale que se puede quedar con el terreno, algo podrá sacar.
-Supongo que Ziro tendrá que conformarse con un montón de chatarra.
-No se va a conformar -dijo seriamente-. Va a intentar matarme. Va a poner precio a mi cabeza.
-Lo cual será difícil si no sabe dónde está.
-No es una galaxia tan grande.
Ide lo sabía, pero había tenido una idea.
-Quizá pueda usted empezar una nueva vida en Alderaán, Naboo o algún mundo próspero fuera del Núcleo. Es posible que los hutt no tengan mucha represnetación allí.
-Ahí me encontrarían muy deprisa. Donde hay dinero, hay hutt...
-O... -siguió Ide, como si no hubiera oído a Garin- en Shadar 4. Es una colonia recién descubierta.
-Y no necesitan mucha representación hutt, sólo necesitan algún tipo de presencia criminal... -con su conversación nerviosa, Garin necesitó unos segundos para darse cuenta de lo que Ide había dicho-. ¿Perdone, dónde? ¿Una colonia recién descubierta? Querrá decir recién fundada.
Ide no tenía ninguna intención de contarle toda la historia reciente de Galmia a Garin en ese momento.
-Digamos que estaba perdida, y se volvió a encontrar.
-Claro, los planetas se pierden todos los días -dijo Garin, siguiendo lo que creía era una broma. Al darse cuenta de que no era tal cosa, le cambió la cara-. ¿Habla en serio?
-Tan en serio como que volví de allí hace tres días. Supongo que por ahora sólo será conocida en el sector.
-¿Es un planeta muy densamente poblado?
-Bueno, en ciertas áreas.
-¿En qué sector?
-Yiell.
Garin estaba más que interesado
-Ni me suena Yiell ¿está en el borde exterior?
-En el espacio salvaje.
-¡Redioses!
De repente Ide pensó que no estaba seguro de querer mandar a un contrabandista al planeta que tanto le había constado reconstruir.
-No sabría darle las coordenadas, no soy piloto. Pero supongo que puede usted preguntar.
-Ah... eso puede ser un problema... si pregunto, mi partida ya no será secreta. Sobre todo si el planeta está tan bien oculto. Dejaré una marca... -La desesperación había vuelto a su rostro-. Y si voy preguntando por ahí, dejaré un rastro... necesito unas coordenadas de salto que me permitan llegar allí directamente.
Ide pensó por un momento en cambiarle las coordenadas de Shadar IV por su hijo, pero lo descartó de inmediato. Aunque estuviera tratando con tales, él no era un traficante. Era un Jedi.
Un poco perdido, pero un Jedi.
Se excusó, mientras Garin miraba nerviosamente a todos lados, murmurando, buscando la manera de agarrarse a su plan de salvación, el cual parecía escurrírsele entre los dedos. Llamó a Obi-Wan, el cual apareció proyectado de su comunicador personal.
-Maestro, perdona que te moleste otra vez.
Al ser Ide Caballero ya no tenía por qué llamar Maestro a Obi-Wan. Sin embargo, no se acostumbraba a llamarlo por su nombre de pila. Y, en cualquier caso, era una fórmula de respeto que incluso los caballeros aplicaban a los miembros más respetados del Templo. E Ide sentía una profunda admiración por Obi-Wan. No en vano, había sido su maestro durante cinco años.
-¡Pensaba que ya estarías de vuelta! -dijo Obi-Wan bromeando.
-Ya he terminado, estoy recogiendo a los niños -dijo Ide sonriendo. Pero al seguir su rostro se tornó serio-. Y tengo el holocrón. Pero Ziro va a matar a este hombre. Y... he pensado en mandarlo a Shadar IV.
-Ehrg... es un buen sitio, supongo. Aislado. -Obi-Wan pensó por un momento, con un gesto que Ide siempre había situado entre lo entrañable y lo jovial-. Pambién tienes que pensar tanto si el planeta será bueno para este hombre, como si este hombre será bueno para el planeta.
-No lo sé, Maestro.
-Pues yo, menos -dijo, imitando el tono consternado de Ide. Siempre sabía encontrar tiempo para un comentario que arrancara una sonrisa, incluso en los momentos más difíciles. En eso se parecía terriblemente a Yoda.
-Me ha cegado un poco la compasión -replicó Ide, al escuchar sus propias dudas en boca de su antiguo Maestro.
-Nunca lo he tenido delante, no sé nada de él. La compasión es buena. La compasión es de lo que se trata. La compasión es la raiz de lo que hacemos los Jedi. Sé compasivo con todo el mundo. Incluyendo Shadar IV. Y confía en la Fuerza. Pero todo esto ya lo sabes tú... ¿para qué me llamabas?
-Para que me dieras las coordenadas de Shadar IV.
-Ah, eso...
-Por si acaso la fuerza me pide que sea compasiva con él.
-Te las mando a tu comunicador.
-Gracias, Maestro.
-Siempre un placer -terminó, con una gran sonrisa.
-Siempre -dijo Ide sonriendo también, y cortó la comunicación.
Volvió a la habitación. Naat había empezado a jugar con Tiff, y Garin seguía pensando en voz alta. Ide se dirigió a él, mientras llamaba a la Fuerza, para ver si Garin era sincero respecto de lo que le iba a preguntar ahora. La Fuerza se extendió entre él y Garin. Siempre había estado ahí, pero ahora podía sentirla, centrado en ella.
-Ziro sólo me dijo que le llevara el holocrón de vuelta. -También pensó 'qué curioso, justo lo que me dijo Obi-Wan', pero no lo dijo-. Supongo que eso no implica que tenga que capturarle a usted. ¿Qué va a hacer usted en su nueva vida, Señor Garin?
-No... no lo sé.
Era cierto, estaba hecho un mar de dudas. Ide prosiguió.
-Shadar IV es un planeta honrado. Yo mismo ayudé a su reconstrucción, puesto que estaba corrompido por gente perversa, consumido por el odio y el miedo- Ide podía notar la inquietud en Garin-. Pero ahora es un sitio próspero, con un gobierno democrático y unas gentes orgullosas de vivir en sociedad -Garin estaba notablemente más relajado, y algo receloso-. Si va usted allí, debe darme su palabra de empezar una nueva vida como un comerciante honrado. Es un buen sitio para empezar una nueva vida. Eso lo sé de primera mano.
En Garin confluian sentimientos contradictorios, agitación y dudas. La Fuerza le dijo a Ide que tenía preguntas, pero que no se atrevía a preguntar.
-Puede usted preguntar lo que quiera, Señor Garin.
-Yo... esto... ¿hay muchos comerciantes en ese planeta?
Ide intuía que estaba preguntando por su futuro económico, para averiguar si estaría atrapado en un agujero.
-Intraplanetarios, casi todos. Todas las gentes tienen garantizado un trabajo decente por el Estado. No se parece mucho a Coruscant. Si tuviera que darle una referencia, sería Naboo.
Garin pensó que, teniendo en cuenta que el planeta había sido redescubierto hacía pocos días, no debería haber mucha competencia. Ide lo supo, y por un momento se arrepintió de haber pensado en mandarlo a Shadar IV, pero a continuación escuchó, mediante la Fuerza, a Garin pensando que parecía un buen trabajo, incluso manteniéndolo honrado. 'Incluso podría tener un puesto administrativo y que otra gente salga del planeta', siguió Garin, 'yo me quedaría haciendo el papeleo, y me llevaría un porcentaje... y cuando quisiera retirarme, ¡podría vender las naves! Seguro que el terreno está barato. Podría buscarme una buena mujer, de grandes pechos, y hacerme una casa en el campo, al lado de la oficina...'
Ide decidió que era hora de cerrar el vínculo de Fuerza. Pensó, además, que sería muy imprudente por parte de Garin enredarse en negocios turbios, sabiendo que los hutt suelen estar donde hay negocios turbios. No necesitó que Garin le diera su palabra.
-Aquí tiene usted las coordenadas dijo Ide, tecleando en su datapad.
Garin le miró a los ojos, como intentando ver dentro de él. Ide ya no sabía lo que estaba pensando, pero lo supo cuando él extendió la mano con su datapad para aceptar las cordenadas.
-Gracias, Jedi.
-Le deseo suerte en su nueva vida con su hijo en Shadar IV -dijo Ide, mientras se acercaba para recoger a Naat e irse.
-¿No... no quieren llevárselo?
-Bueno... pensaba que usted no lo permitiría. La orden nunca se llevaría a un niño sin el permiso de sus padres.
'En líneas generales', añadió Ide mentalmente.
-No es eso lo que he oído... pero me alegro de que sea así.
-Estaría encantado de poder llevar a su hijo al Templo. Seguro que le esperaría una vida muy buena y próspera en la Orden. Suerte, Zhur Garin. Cuando llegue a Shadar IV, pregunte por Ide Kanor. Por allí me conocen.
-¿Que pregunte por usted? Pero si no estará... me dirán: "se ha ido".
-Pero seguro que aún se acuerdan de mí. En fin, es posible que alguna vez pase por Shadar IV, aún me quedan algunos amigos allí. Si la Fuerza lo quiere, nos volveremos a encontrar.
-Se...guramente...
-Tiff, ¿serías tan amable de acompañarme a llevar a los niños arriba?
-Por supuesto, señor. Con su permiso, Señor Garin.
-Cl... claro...
Ide echó a andar hacia la puerta, con Naat de la mano y Tiff siguiéndole.
-Si se replantea lo de su hijo, ya sabe dónde encontrarme -dijo, volviendo la cabeza antes de salir-. Hasta la vista, señor Garin.
Salieron al pasillo, andando en dirección a la enfermería. Al poco, se escucharon los pasos de Garin corriendo tras ellos.
-¡Espere un momento! Si... si cambiara de opinión... ¿hasta cuando podría aceptar?
-Los niños... suelen llegar al templo jóvenes, con dos o tres años. Otros empiezan más tarde. Pero año perdido, perdido está.
-Mi hijo tiene... tres años y dos meses...
-Sería un buen momento, sin duda. Quizá... dentro de unos años, yo mismo podría entrenarlo.
La expresión de Zhur Garin cambió de repente, de la duda a la determinación. 'Qué tonto he sido', pensó Ide. El Maestro Mace Windu se hubiera dado cuenta en seguida que este era el punto de ruptura de la negociación. De los Jedi no se fiaba, pero sí lo hacía de Ide.
-¿Puede prometerme... que velará por él? ¿Como... si fuera yo mismo? ¿Como si yo... fuera usted?
-Puedo prometérselo. El Templo es una gran familia.
-No, no igual que a los demás. Yo tuve once hermanos, y no era igual con todos.
-No será igual. Nunca es igual con los niños que uno mismo lleva al Templo.
-Mi hijo se llama Kurel -Garin bajó la cabeza. Parecía recordar una historia enterrada hace tiempo-. Es el mismo nombre de mi hermano. Se lo puse por él. Porque... no era igual. Él... me salvó de un destino horrible, a costa de su propia vida -miró a Ide fijamente a los ojos, y éste se dio cuenta que era la primera vez que lo hacía desde que habían estado hablando-. Sé que el entrenamiento Jedi está lleno de momentos peligrosos. En los momentos clave... a veces el que alguien se preocupe puede marcar la diferencia. Estoy seguro de que algunos Jedi tienen destinos que usted no considera deseables. Quiero que me prometa que hará lo que pueda para que mi hijo no acabe en uno de esos destinos. Lo que pueda... todo lo que pueda.
-Haré lo que pueda, tiene mi palabra. Tan cierto, como que usted tendrá una buena y honrada nueva vida en Shadar IV -Ide no pudo evitar recordarle que, si bien no había cambiado a su hijo por la información, hasta cierto punto había un pacto implícito etre ellos dos -. Una vida nueva vida, probablemente con tierras y mujeres. En plural...
No estaba muy claro si Garin era un tipo particularmente expresivo o sólo lo era por las circunstancias, pero su sorpresa al recibir esa información fue algo más que notable.
-Como, en plural... ¿en serio?
-Sí, allí los matrimonios son... múltiples.
-Esto... curioso...
-¡Aunque las mujeres suelen tener mucho carácter, se lo aviso!
-¿Seguro que no fue una mujer quien le hizo eso? ¡Mi difunta esposa solía decir que me arrancaría la piel a tiras!
Garin sonreía ahora, sincera y abiertamente. Parecía como si nada horrible hubiera pasado en estos dos días, y estuvieran bebiendo tranquilamente en cualquier bar de Coruscant. Hablaron mientras andaban por el pasillo, de Galmia, de las mujeres y de las posibilidades de un comerciante allí. Garin parecía excitado y apenado a partes iguales. Sin embargo parecía consolarle el hecho de que el hombre que una vez le había salvado la vida estuviera cerca de su hijo.
Mientras hablaban, Ide le pidió los datos de la nave que había despegado. La nave estaba programada para llegar a Despayre, donde se encontraba el hijo de Garin. Contando los tres días que se tardaba en llegar allí desde Coruscant, y teniendo en cuenta que la nave no era especialmente rápida, sería fácil recoger a las niñas. También tomó Ide los datos de Kurel Garin. Garin lo había colado en el programa de testigos protegidos, y vivía en Haroon bajo nombre supuesto. Por lo visto, Garin tenía un cercenador que le debía un favor muy gordo, y no le fue difícil que le falsearan los datos en la HoloRed.
'Este es un buen hombre', pensó Ide. 'Parece que hasta los contrabandistas pueden sacar su parte buena, si se les da una segunda oportunidad'. Ide decidió que nunca más volvería a jugar a nadie por su empleo.
Garin se tornó serio de nuevo.
-Gracias, Jedi Kanor -Ide se percató también de que esta era la primera vez que lo llamaba por su nombre-. Por salvarme la vida. A mi siguiente hijo, lo llamaré Kanor.
-Es un... nombre común en Shadar IV, últimamente.
-O Ide, como usted prefiera. ¿Qué suena mejor, Ide Garin, o Kanor Garin?
-Siempre me gustó más mi apellido.
-Kanor Garin suena estupendo.
-Felicidades, señor Garin. Por su nueva vida.
-Gracias, por ella.
Garin se alejó, en dirección al Corazón de Garin, probablemente para empezar a preparar el viaje.
El droide médico pueso a Tu'Ala y a Stam en sendas camillas. Tiff ayudó a llevarlas hasta el piso de arriba, mientras Ide fue a recoger a Aayla, todavía con Naat, el cual no le había soltado la mano en todo el tiempo. Aayla estaba todavía haciendo meditación en movimiento cuando llegaron. Era obvio que había notado que ellos dos llegaron, pero Ide no la interrumpió. Podía sentir su poder en la Fuerza. Estaba impresionante allí en el Ojo de Garin, haciendo ejercicios de Ataru, o Forma IV, cuyo sobrenombre era agresión. Por momentos cambiaba de forma, y pasaba a hacer cosas muy impresionantes con Jar'Kai y Forma V. Su destreza con el Djem So con dos sables de luz era, pensó Ide, notablemente superior a la suya propia. Su mente brillaba, en paz. Hizo una rutina de contraataque, parada, paso a Forma IV, pirueta, decapitación. Desconectó los sables de luz.
-Eres una gran esgrimista, Aayla.
Se gira, sonriente y sudorosa.
-No hubiera tenido nada que hacer contra ti -añadió.
Ide sintió un impuslo que, intuyó, tenía más que ver con la belleza de la padawan Secura que con la Fuerza.
-Es usted muy amable, Maestro Kanor.
'Maestro Kanor'... Ide no se sentía Maestro en absoluto, pero era cierto que al ser Aayla una padawan y él un Caballero, 'Maestro Kanor' era apropiado. 'Mi única maestría es la palabra', pensó Ide.
Aunque para tener quince años, no era poco.
-Es hora de marchar -dijo Ide, recomponiéndose.
-Donde usted diga, Maestro.
Salieron del Ojo de Garin, y subieron por la escalera, con el suelo y techo chamuscados por el incendio de antes. Tiff ya había subido las camillas y estaba esperándolos en la puerta de salida.
Los cuerpos de los matones apilados ya no estaban. 'Por suerte', pensó Ide. Aún se sentía en la Fuerza lo que allí había pasado, aunque Ide no notó alteración alguna en Aayla ni en los niños. El balance del día era positivo, pero, en cualquier caso, Ide se alegraba de poder irse de allí.
-Lionel -llamó Ide por el comunicaor-, estamos listos para irnos.
-¡Listo cuando vosotros lo estéis!
Se oyó un ruido de bláster por el comunicador, y resonar en la calle a la vez. Al mirar arriba, se encontraron a Lionel disparando a una especie de animales de medio metro, que huían con los disparos, pero que volvían a atacar en cuanto Lionel paraba.
-¿Qué es lo que pasa ahí arriba, Lionel?
-¡He estado... ocupado, señor! -respondió el explorador con su usual tono marcial-. ¡Estas criaturas están intentando devorar el vehículo y a mí mismo!
Ide intuyó que el orden en el que Lionel había pronunciado los objetivos de las aves no era aleatorio. 'Este hombre tiene un sentido demasiado estricto del deber', pensó.
-¡Si dejo de dispararles, vuelven en seguida! -dijo por el comunicador, mientras seguía disparando a las aves. ¡Necesito que alguien las mantenga a raya mientras inicializo el vehículo, o que alguien inicialize el vehiculo mientras yo disparo!
Ide puso los ojos en blanco. Y pensó, 'efectivamente, nada es fácil en este sitio'.
-Esto... Tiff, ¿puedes echarle una mano a mi piloto, por favor? Creo que necesita que dispares a esas aves para mantenerlas alejadas.
-Claro, señor.
Tiff se erizó entero, mostrando un armamento variado, y empezó a andar para situarse debajo del vehículo, mientras disparaba con bastante puntería. Al instante, Lionel efectuó la secuencia de arranque, bajó con el coche. Subieron a los niños de las camillas primero, para entrar luego ellos en el vehículo. Mientras despegaban, Tiff los despedía con la mano.
-¡Vuelvan pronto! ¡Ha sido un placer tenerles aquí!
El viaje de vuelta fue tranquilo. Naat y Aayla estaban en paz, y los otros chicos, al estar sedados, apenas tenían huella en la Fuerza. Ide repasaba mentalmente el día, cuando se dio cuenta de que Lionel ajustaba con demasiada frecuencia el espejo retrovisor que, casualmente, reflejaba parcialmente la imagen de Aayla en el asiento trasero. Su profesionalidad evitó que volviera el cuello, aunque Ide estaba seguro que estaba deseando hacerlo.
'Un placer', había dicho Tiff. Probablemente la secuencia de cortesía estandar entraba en su programación. Y lo más seguro es que, efectivamente, para él hubiera sido un placer. 'Aunque para unos la estancia ha sido más placentera que para otros', pensó Ide.
Se acordó del rollito que había preparado el pequeño robot de la cocina, justo antes de la pelea con Stam. Aún lo tenía en el bolsillo. Lo sacó. Estaba algo magullado por todo el ajetreo, ya casi no parecía un rollito.
Pero Ide nunca había juzgado nunca nada por las apariencias, y esa no iba a ser la primera vez.
Se metió el rollito en la boca, y disfrutó su sabor, mientras sobrevolaban Coruscant en dirección al Templo.
Epílogo: La entrega del holocrón
Ide se alegró de no tener que ir inmediatamente a por Arakosia y Tallisbieth, que llegarían a Despayre en tres días.
En cuanto puso un pie en el Templo deseó poder ducharse y cambiarse de ropa. Pero antes de nada prefirió registrar su entrada e ir a informar al Consejo. Probablemente podrían recibirlo inmediatamente. El administrativo que encontró cerca de donde aterrizaron le indicó que así sería. Se despidió de Lionel, y, con Stam y Tu'Ala en las camillas, Naat y Aayla, se dirigió a la Torre del Consejo.
Obi-Wan les alcanzó. Había ido a su encuentro, al saber de su llegada. Ide no tenía muy claro si Obi-Wan se había dado tanta prisa porque se alegraba de verle, porque le encantaba estar al tanto de todo, o porque iba con la padawan Secura.
Probalemente por una mezcla de las tres.
Le contó la historia a rasgos generales. Obi-Wan parecía interesado, o al menos tan interesado como en Aayla Secura, a la cual no dejaba de mirar de reojo. Cuando Ide hubo terminado estaban ya casi a los pies de la Torre del Consejo.
-Sabía que el Consejo había enviado al caballero adecuado -dijo Obi-Wan-. Alguien joven, en el rango de edad de los niños, y con un don de palabra mayor que el de la espada de muchos caballeros. No había otro mejor.
La sonrisa de Obi-Wan era amplia y sincera. Aunque los comienzos con Obi-Wan fueron algo tortuosos, Ide estaba muy orgulloso de su Maestro. Y la mayor recompensa que podía tener un padawan recién ordenado caballero era saber que su maestro también estaba orgulloso de él.
Obi-Wan, de forma no completamente desinteresada por lo que Ide pudo observar, se ofreció a esperar con los padawan mientras Ide despachaba con el Consejo.
Ide subió en el turboascensor, y, tras esperar brevemente que el Consejo terminara otros asuntos, fue llamado a la sala circular.
Después de informar brevemente al Consejo sobre el estado del coche de Ooth Rasvelar y la situación en la que encontró a los niños, Ide entregó el holocrón al maestro Windu.
-¿Y dices, Caballero Kanor, que el tal Zhur Garin quería esto para entrenar a su hijo? - inquirió Windu, mirando el holocrón.
-Así fue como me lo contó. Estoy convencido, Maestro, que el hombre no sabía que era un holocrón Sith. Ni siquiera creo que pudiera indicar la diferencia entre un Jedi y un Sith. Al igual que Ziro el Hutt. Para ellos esto no era más que una más de tantas mercancías.
-Que eso haya quedado claro importante es. Peor sería, que la mano del Sith detrás de es te asunto también estuviera.
-El comerciante huyó de Coruscant, Maestros. Ziro pondrá precio a su cabeza en cuanto se entere que no recuperará el holocrón. En cuanto a su hijo... Garin accedió a entregarlo a la Orden. Tengo los datos y la localización del niño. Está en una luna de Despayre. Justo donde llegarán las dos padawan.
-Tú mismo, ir a buscarlo puedes, si cansado no estás -dijo Yoda-. A los otros dos niños, la Mujer Oscura recogerá.
Ide recordó que lo último que sabía de la Mujer Oscura era que había sido convertida en esclava de un hutt en una base móvil contrabandista.
-Quizá debería... al menos recomponer mi atuendo.
-La idea es -aclaró el maestro Ki-Adi-Mundi- que la Mujer Oscura recoja a los chicos que aparecerán en tres días. Tú puedes ir dentro de una semana a por nuestro nuevo principiante. Yo diría que, tras la promesa que le hiciste a su padre, es apropiado.
-Es cierto, Maestro. Es apropiado.
-Mace WIndu: está bien. Si eso es todo...
-¡Maestros! ¡Maestros -interrumpió Yoda, haciendo un gesto a los demás para que siguieran sentados-, algo más debemos discutir! ¡Una nueva técnica de la Fuerza Ide ha descubierto! ¡Striptease Jedi!
Ide alzó lo que en otras circunstancias hubiera sido una ceja, y sonrió.
-¿Enseñarla a gran escala deberíamos?
-Pero Maestro... -añadió Ide, aún sonriendo-. Es una técnica que lleva... al lado... oscuro de la habitación.
-¿Quizás a Aayla Secura en esta técnica preferirías adiestrar? ¡O a mi mismo! ¡Para aprender, aún joven soy!
-Maestro Yoda, debe haber una larga lista de Maestros que querrían adiestrar a Aayla Secura -continuó Ide.
-Para a alguien adiestrar, una larga lista de maestros no necesitas. Sólo uno.
Ide se dio cuenta de que el asunto del adiestramiento había dejado de ser una broma.
-Maestro... estáis... ¿hablando en serio?
-Todo o nada, una broma puede ser -Ide se mostraba más confuso con cada palabra de Yoda -. Un fondo de verdad en todo cuento existe. Algo serio en el fondo de toda broma, y una broma, en el fondo de algo serio.
¡Un padawan! ¡Yoda estaba sugiriendo que Ide tomara un padawan! ¡Si él mismo había sido padawan, hasta, literalmente, ayer! Por supuesto que lo había pensado: buscaría un padawan en cuanto llegara a dominar Djem So. Y probablemente intentaría adentrarse en Makashi, y dominar un poco más la Fuerza Viva, y aprender a pilotar, y... Necesitaba aprender tantas cosas, ¿cómo iba él a poder enseñarle algo a alguien?
-Maestro, no quisiera poner en duda vuestra sabiduría, pero... ¿me creéis preparado?
-Una lección de todo puedes extraer. Cuando comenzó tu adiestramiento,¿ preparado Obi-Wan no estaba?
-Eso me ha dicho el maestro Obi-Wan alguna vez, Maestro.
-Y, sin embargo, tan mal no saliste, ¿hmm?
-Eso me ha dicho el maestro Obi-Wan alguna vez, Maestro -repitió Ide, esta vez sonriendo. Obi-Wan ha sido un gran ejemplo, y lo sigue siendo.
-Un gran ejemplo, tú mismo puedes ser.
-Meditaré en ello, Maestros.
-Que la fuerza te acompañe, Ide Kanor -dijo Mace Windu.
-Que la fuerza os acompañe.
Bajó de la sala de espera. Obi-Wan estaba aún con Aayla Secura. Los niños habían sido llevados a la enfermería y a los dormitorios, probablemente bajo la custodia de sus anteriores supervisores. Los niños podrían esperar, pero el consejo querría ver a Aayla secura sin mucha demora. Ide se despidió de Obi-Wan y Aayla. Tenía un interés relativo en lo que pasaría con los niños y con la twileka, pero el cansancio empezó a hacer mella en él. Y, por otra parte, estaba hecho un desastre. No estaría de más cambiarse de túnica y de botas, al menos. Y tumbarse un rato.
Era una tarde agradable, naranja, de principios de primavera. Desde los ventanales del Templo Jedi, situado en los niveles altos de Coruscant, podía apreciarse bien la puesta de sol.
"Anakin ya ha llegado" - supo Ide cuando pudo centrarse en sí mismo, de camino a los dormitorios de los Caballeros. Lo sintió, lo escuchó en la orquesta que era la Fuerza para Ide, como un violín solista, virtuoso, por encima de todos los demás instrumentos.
Mientras caminaba, pensó que daba igual lo perdido que estuviera, lo injusto que fuera la galaxia o que su habilidad con el sable de luz fuera peor que la de muchos padawan. Su Maestro, Yoda, el resto del Consejo, y, especialmente, Anakin y Kwyna, hacían que el mundo fuera mucho más reconfortante.
Y, con la música de Fuerza de Kwyna y Anakin de fondo, y últimos rayos de sol acariciándole en la espalda semidesnuda, sonrió.